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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Don Cayetano contuvo su verbosidad, comprendió que algo deseaba decirle el Magistral, que estorbaba Glocester; recordó de repente que él también quería hablar al Provisor, y como en casos tales no se mordía la lengua, cortó la conversación diciendo: ¡Ah! ¡pícara memoria! don Fermín, una palabra, con permiso del señor Arcediano... es decir, no es una palabra, tenemos que hablar largo... son intereses espirituales.
El Arcipreste procuró que se encontraran y por su confianza con la Regenta facilitó la entrevista. Pocas veces habían cruzado la palabra la hermosa dama y el Provisor, y nunca había pasado la conversación de los lugares comunes a que obliga el trato social. Doña Ana Ozores no era de ninguna cofradía.
La señora del lugareño manifestó deseos de besar la mano del Provisor, pero la mirada del marido la contuvo otra vez, y no hizo más que doblar las rodillas como si fuera a caerse. El Magistral hablaba en voz alta de modo que sus palabras resonaban en las bóvedas y los demás con el ejemplo se arrimaron también a gritar.
Visitación se complacía en adivinar la cólera del Provisor y le abrumaba a chistes, y le mareaba con aquel atolondramiento «que a él se le ponía en la boca del estómago». Pero, señoras mías dijo De Pas hablemos con formalidad un momento. ¿Qué? ¿cómo se entiende? ¿quiere usted recoger velas, que se desdiga S. I.? Creo, que... ¡Nada, nada! La palabra es palabra.
El Cáceres estaba tan furioso, Tan altivo, soberbio y endiablado, Que no tiene en sì mismo algun reposo, Ni puede estar momento reposado. Del Provisor estando receloso, Por ver que era sagaz y redoblado, Acuerda de embarcarle en un navìo, Y él bajase así mismo por el rio.
¡Muerte gloriosa! decía don Pompeyo al oído de cualquier enemigo del Provisor que venía a compadecerse a última hora de la miseria de Barinaga . «¡Muerte gloriosa! ¡Qué energía! ¡Qué tesón! Ni la muerte de Sócrates... porque a Sócrates nadie le mandó confesarse».
Yo lo que digo lo pruebo replicó ; el Magistral es el azote de la provincia: tiene embobado al Obispo, metido en un puño al clero; se ha hecho millonario en cinco o seis años que lleva de Provisor; la curia de Palacio no es una curia eclesiástica sino una sucursal de los Montes de Toledo.
Cuando se le hablaba de los supuestos cohechos del Provisor, de su tiranía, de su comercio sórdido, se indignaba el anciano y negaba en redondo hasta los casos de simonía más probables.
El confesonario crujía de cuando en cuando, como si le rechinaran los huesos. El Magistral dio otra absolución y llamó con la mano a otra beata.... La capilla se iba quedando despejada. Cuatro o cinco bultos negros, todos absueltos, fueron saliendo silenciosos, de rato en rato; y al fin quedaron solos la Regenta, sobre la tarima del altar, y el Provisor dentro del confesonario. Ya era tarde.
El Magistral lo presumía y habló como si fuera delante de testigos. ¿Es usted criada de la señora de Quintanar? Sí, señor; su doncella. ¿Viene usted de su parte? Sí, señor; traigo una carta para Usía. Aquel usía hizo sonreír al Provisor, que lo creyó muy oportuno. ¿Y no es más que eso? No, señor.
Palabra del Dia
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