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Actualizado: 28 de junio de 2025
Protegido por sus sombras salí á todo escape, y, á la luz de las estrellas, divisé mi borrico, que comía allí tranquilamente, atado á una encina. Montéme en él, y no he parado hasta llegar aquí... Por consiguiente, señor, déme V. los mil reales, y yo daré las señas de Parrón, el cual se ha quedado con mis tres duros y medio.
El despego que le mostraban las gentes había ido en aumento, convirtiéndose en franca impopularidad. Los que el día anterior fingían no verle le miraban ahora con una fijeza hostil. Su decadencia iba unida á la del pobre Hombre-Montaña. Los envidiosos de su antigua gloria se aproximaban únicamente para darle noticias alarmantes sobre la suerte de su protegido.
Lo esencial, pues, es lograr la victoria con gran mayoría, y hacer ver que D. Paco es un trasto a mi lado». A este fin no quedó medio que D. Acisclo no emplease. Las elecciones debían ser en el otoño, y durante el verano vivió D. Acisclo en una fiebre de actividad. Recorrió a caballo todos los pueblos del distrito, que eran siete, ganando votos para su protegido y quitando parciales a D. Paco.
No pudo Almudena resistir a la enérgica sugestión de la dama, y poco a poco se fue curando de aquellas murrias, y del delirio místico y penitencial que le desconcertó días antes. Convinieron, tras empeñada discusión, en trasladar su punto de San Sebastián a San Andrés, porque Almudena conocía en esta parroquia a un señor clérigo muy bondadoso, que en otra ocasión le había protegido.
De pronto, como si experimentase la necesidad de ser protegido, huía y se pegaba a las faldas de su madre, que, atenta a la conversación, no hacía caso de sus llamamientos insistentes. Cansado de pasar inadvertido, atraíale otra vez la gritería de los muchachos, volviendo lentamente hacia ellos.
Desde allí fue a visitar al cura de San Ginés y al capellán de las Adoratrices. Tampoco logró nada en favor de su protegido. Estos presbíteros estaban ferocísimos, tanto o más que el prelado doméstico.
Mientras yo no supiera esto, me parecía peligrosa toda gestión que hiciera para favorecer a mi protegido; y ni a éste dije jamás una sola palabra de ello, como él tampoco me dejó conocer nunca, ni en la menor expresión, el verdadero motivo de sus padecimientos y de su soledad.
El suceso, que sirve de fundamento á estos diversos dramas, ocurrió en la ciudad de Teruel, en Aragón, en tiempo de Carlos V. Don Diego, mancebo noble, pero no rico, ama tiernamente á Doña Isabel, hija del opulento Don Pedro, y es correspondido de igual modo por ella; pero tiene por rival á Don Fernando, protegido por el padre de la doncella, y que cuenta también con el favor de Elena, sobrina de Don Pedro.
Tengo cuerda para rato decía alegremente al protegido al hablar de su edad . Pienso verte hecho un personaje; ser tu madrina cuando te cases con una señorita buena y cristiana que yo te buscaré. También pienso sacar de pila a tus hijos... Viva usted muchos años contestaba Maltrana gravemente, al mismo tiempo que la emoción humedecía sus ojos.
La he protegido y defendido sin cesar, hice cuanto pude por serle agradable. ¿Qué pedía yo en recompensa? Un poco de amistad, nada más... y ella, ella parece temerme u odiarme. Eso me da pena; pero ahora se acabó, empiezo a detestarla. ¿Sabéis qué pensaba, Catalina, cuando vinisteis a interrumpirme? Me preguntaba si despediría mañana mismo al aya o si tendría paciencia ocho días más.
Palabra del Dia
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