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Actualizado: 19 de junio de 2025
La viuda, aunque su corazón sangraba cruelmente, dulcificó aún más la voz y trató de calmar a la joven, asegurándole que no se separaría nunca de ella y que estaría siempre a su lado para quererla y protegerla. Por fin, cuando creyó haberlo conseguido agregó: Pues bien, Elena, ya que este viaje te asusta tanto, todavía creo que lo podré impedir.
No saldrás sino pasando sobre mi cadáver» gritó con cavernosa voz Relimpio, sintiéndose héroe de teatro. Y al decirlo, oprimía contra su pecho la llave para protegerla de un ataque de su enemiga. «Vamos, vamos, que no tengo ganas de bromitas dijo la de Rufete encolerizada . Venga la llave, o la tomaré dondequiera que la encuentre.
Mi mujer se abraza a las rodillas de su madre, que extiende los brazos como para protegerla. Yo no quiero hacerte daño, Yolanda digo. Lo único que quiero es pedirte perdón por haber sido tan imprudente, por exceso de amor a ti. Silencio prolongado. No se oyen más que suspiros. Entonces la madre le dice: Tiene razón, hija mía; levántate. Es hora de partir.
Parece deducirse de estas noticias que al emprender las carabelas de Palos su viaje, la artillería no era numerosa en los bajeles, y las confirma una cédula de los Reyes Católicos, del año 1505, mandando entregar 10 lombardas, las dos grandes y las ocho pequeñas para la carraca de Iñigo de Artieta, general de la Armada de Vizcaya que estuvo en Cádiz al emprender Colón la descubierta, por si necesario fuera protegerla.
Se dirigió a casa de la duquesa de Somavia, que había vuelto el día anterior a Pilares, huyendo de la inclemencia, melancolía y tedio de la aldea. Llevaba la carta en la mano, sin protegerla de la lluvia. ¿Qué te sucede, Apolonio? preguntó la duquesa, alarmada ante aquel hombre como de piedra . ¿La catástrofe, la quiebra, el embargo? Me lo presumía. ¡Pluguiera a Dios! murmuró cavernoso Apolonio.
Yo continuó con una ligera dilatación de pecho, que ponía en peligro la seguridad de los botones de su levita, yo cuidaré de protegerla para que pueda usted recobrar lo que es de justicia.
Y no es, joven amigo, que yo pretenda aminorar la recompensa de su tarea. Yo entiendo que estos encargos deben pagarse bien. Además, amo a la, juventud y deseo protegerla. Le daré a usted tres mil reales por su trabajo; pero que sea grueso el libro, ¿eh?, y sobre todo, notas... muchas notas. Tal vez si la cosa sale a mi gusto, como yo la he concebido, llegue a los cuatro mil.
En vez de tratar de amenazarme, soy yo quien tiene derecho de preguntarle por qué le encuentro a usted aquí... con ella. ¡Voy a decírselo! grité encolerizado, ardiéndome las manos de deseo de darle a ese imprudente bribón una buena y merecida lección. Estoy aquí para protegerla, porque temo por su vida. Y permaneceré aquí hasta que usted se vaya.
»He jurado a Teobaldo me dijo, no hablar a usted de mi amor y sostendré este juramento. Pero había ofrecido también velar por usted, protegerla, dedicarle mi vida entera, y cumplo esta promesa. Soy un amigo... un hermano... que nada pide para sí, sólo desea ver a usted... porque vivir sin verla me es imposible, lo he ensayado y no tengo el suficiente valor para privarme de ello; preferiría morir.
Por lo tanto, era mi deber, si me hallaba dispuesto a cumplir mi promesa hecha al hombre que descansaba silencioso en su tumba, protegerla de los mil y un engaños de aquellos que se esforzarían en tratar de aprovecharse de su sexo e inexperiencia.
Palabra del Dia
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