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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Jamás se ha pronunciado esa palabra entre nosotros... Había yo creído, loca de , que el amor... los sentimientos de admiración apasionada y de entusiasta simpatía que él expresaba, lo conducirían a eso... Me escribió... y le respondí... Esta es la imprudencia que hoy expío con crueles agonías... más crueles de lo que usted puede pensar.

Este no contestó ni preguntó más sobre el asunto que trataban; acercóse á la dama, que se había apartado de él retrocediendo, y notó que lloraba. ¡Oh confusión de confusiones! Pero ¿qué tiene usted, señora? le dijo. Nada, nada, nada contestó con una graduación descendente. El último nada sólo lo oyeron los labios con que fué pronunciado.

Aquel honor inesperado puso al moribundo muy despierto, Carraspique, sin saludar a don Pompeyo, que se quedó, siempre cruzado de brazos, a la puerta de la alcoba, se colocó a la cabecera de Barinaga en compañía de un clérigo, el cura de la parroquia. Era este un anciano de rostro simpático, de voz dulce, hablaba con el acento del país muy pronunciado.

Hubiera querido permanecer allí, por singular que pareciese su curiosidad; alguna palabra de doble sentido la hubiera trazado, acaso, una línea de conducta. Hubiera sido una satisfacción refinada para Herminia hablar con su libertador bajo la mirada misma de sus carceleros; pero no pudo disfrutar ese placer. Su tía la tiraba del brazo y Bobart se había ya pronunciado en retirada.

Entonces volvía a llorar a escondidas, y me enojaba con él. ¡Le hubiera sido tan fácil quererme! ¡Era tan lógico y racional comprender que nuestras dos naturalezas armonizaban y que yo le quería con locura! De veras, si los hombres fueran siempre lógicos, el mundo andaría mejor. El quince de Enero el tiempo estuvo soberbio, aunque hizo un frío seco y pronunciado.

Y con repentino entusiasmo, olvidando su enojo, comenzó a explicar con una delectación de artista la ceremonia del día anterior en la iglesia de los que él, por antonomasia, llamaba los Padres. Primer domingo del mes: fiesta extraordinaria. El templo lleno: los oficinistas y trabajadores de la casa Dupont hermanos estaban con sus familias; casi todos (¿eh, Fermín?), casi todos: muy pocos faltaban. Había pronunciado el sermón el padre Urizábal, un gran orador, un sabio que hizo llorar a todos; (¿eh, Montenegro?) ¡a todos!... menos a los que no estaban. Y después, había llegado el acto más conmovedor.

Todo el mundo les dejaba alborotar; era el momento de la desbandada; se habían pronunciado brindis y contado anécdotas con mayor o menor donaire; pero ya nadie tenía ánimos para sostener la conversación, y el Sobrado tío, que era grueso y abotargado, se abanicaba con la servilleta. Levantó la sesión el ama de casa, doña Dolores, diciendo que el café estaba prevenido en la sala de recibir.

La primera que lo observó, después de la interesada, fue su hermana. Luego fue del dominio público. Eduardito descaecía a ojos vistas; la nariz, siempre protuberante, se le había pronunciado de tal modo insólito y bárbaro, que más parecía accesorio defensivo de algún animal extraño, que parte integrante del organismo humano. Todos deseaban que aquello se resolviese de alguna manera.

Cuando llega a la pubertad, su carácter toma un tinte más pronunciado. Cada vez más sombrío, más imperioso, más selvático, la pasión del juego, la pasión de las almas rudas que necesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor que las adormeciera, domínalo irresistiblemente a la edad de quince años.

Aquel nombre pronunciado por la voz adorada, conmueve al joven profundamente. Y, en una admiración apasionada, contempla a la joven en toda la plenitud de su belleza, de pie y silenciosa al lado de un bosquecillo de flores.

Palabra del Dia

vengado

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