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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Mas para llevar á cabo este acto era preciso despedirse, y el despedirse había sido siempre para nuestro señorito uno de esos problemas pavorosos que pocas veces obtienen resolución. Antes de levantarse, cuando estaba en visita, tenía que sostener una batalla consigo mismo, que á veces se prolongaba más de la cuenta.
La joven esperaba que el P. Gil sacara la conversación de su altercado con el P. Narciso, y de intento prolongaba indefinidamente el silencio. Viéndole taciturno y abstraído, se aventuró a decirle con voz temblorosa: ¿Está usted enfadado conmigo, padre? ¿Por qué? preguntó el clérigo con sorpresa, saliendo repentinamente de su meditación. Por la disputa que he tenido con D. Narciso. ¡Ah!
Llegábamos a Saint-Point al caer de la tarde. Yo me encerré en un aposento que une al gabinete con el dormitorio, y extendiendo un colchón sobre el suelo, empecé allí la vela, teniendo abierta la puertecilla de comunicación: era la postrera noche que aquellos sagrados restos debían pasar bajo su antiguo techo. ¡No sé por qué me figuraba yo que prolongaba su presencia a mi lado al prolongar yo al suyo mi vigilancia! ¡Sólo Dios sabe las lágrimas, las invocaciones, las bendiciones y revelaciones de aquella noche!
Y como si sus entrañas entrasen en una fundición, Ana sentía chisporroteos dentro de sí, fuego líquido, que la evaporaba... y llegaba a no sentir nada más que una idea pura, vaga, que aborrecía toda determinación, que se complacía en su simplicidad. Prolongaba cuanto podía aquel estado; tenía horror al movimiento, a la variedad, a la vida.
Los pobres que trabajaban en el Nuevo Mundo como agricultores ó dependientes de tienda se acuartelaban en un matadero de las afueras. Algunos que eran músicos habían adquirido instrumentos viejos y formaban murgas vagabundas, implorando limosna con sus rugidos de pueblo en pueblo. Pero transcurrían los meses, la guerra se prolongaba, y nadie podía columbrar su término.
Los dioses del hogar existen todavía para nosotros. ¡Que toda nueva fe tolere este fetiquismo, si no quiere de otro modo perjudicar sus raíces! Silas comió más silenciosamente que de costumbre y pronto puso a su lado su tenedor y su cuchillo para seguir con la vista medio distraída a Eppie que jugaba con el ratonero Snap y con la gata, lo que prolongaba mucho el almuerzo de la joven.
El barrio de las tiendas de tono se prolongaba por la calle de la Victoria hasta la de Esmeralda, y aquellas cinco cuadras constituían en esa época el bulevar de la façon de la gran capital.
Y fue a sentarse cerca de una de las infinitas señoritas de Ciudad. Ricardo permaneció algunos instantes clavado a la butaca sin mover siquiera un dedo. Después se levantó bruscamente y salió de la sala. Don Serapio, al fin, terminó de llorar ausencias de su dama, asegurando en una última fermata que, si tal estado de cosas se prolongaba, moriría sin remisión.
Por doquiera resonaba la voz de los mozos de labor estimulando a las yuntas y aquel grito especialmente local, quejumbroso, se prolongaba indefinidamente en la calma absoluta de aquel día gris. De vez en cuando, a través de la atmósfera caía la lluvia fina y caliente, semejante a una cortina de ligera gasa. El mar comenzaba a rugir en los estrechos de las escarpas. Seguimos la costa.
Su fisonomía decía muchas cosas, pero su filiación no os hubiese dicho nada. Se vestía con un aseo que se confundía con la elegancia; el corte de sus patillas castañas era irreprochable y su raya se prolongaba casi hasta la nuca. No era un hombre vulgar y, sin embargo, no se salía de lo vulgar.
Palabra del Dia
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