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Actualizado: 13 de junio de 2025
Las fiestas que en él se celebran no afectan ya peculiar y exclusivamente á un grupo determinado de personas: son otros tantos acontecimientos que preocupan, agitan y remueven á las tres cuartas partes de la población: á la una, porque es la que baila allí; á la otra, porque va á ver bailar, ó á pasearse por los jardines, ó á cenar en el ambigú; y á la otra, porque ... juzguen ustedes: la otra tiene que subdividirse en tres grupos: el destino del primero es situarse en la calle de Vargas, frente á la puerta del salón, donde se pasa dos horas, á pie firme, como un soldado ruso, escuchando la música y contemplando el alumbrado del local; el segundo se coloca en la Alameda chica para revistar escrupulosamente los trajes de las señoras que van á bailar; y el tercero, se encierra en casa para en un caso de apuro, disculpar al día siguiente, con un supuesto dolor de cabeza, su ausencia del baile, que en rigor, fué motivada por la falta de un vestido, ó de un billete de invitación, ó de ambas cosas.
Puede contárselo todo al príncipe, porque es el único que conoce su secreto. Es otra mujer. Ya no la preocupan los países de amor, donde las mujeres se casan sin dote. Después de muerta la duquesa, es una candidata al matrimonio, que ofrece con la cesión de su mano más de trescientos mil francos.
Por lo que me atañe, sobrellevaré tranquilamente el dolor de su pérdida; conozco eso, sí; ya he puesto a una en la tumba, y continuaré amontonando y economizando dinero, como ya lo he hecho durante tanto tiempo, y eso en medio de los más profundos pesares; porque los intereses, ¿sabes? no se preocupan de lo que tiene uno dentro de la cabeza, ni de si la tristeza y la desesperación le adormecen a uno la mano; hay que pagarlos.
Con una de esas americanas que preocupan á Marieta, no sin razón. Con miss Lydia Harvey, de Minneapolis. El padre es un gran ganadero que ha hecho una inmensa fortuna y sus hijos siguen el negocio. Pero Sam Harvey vive en París. Es el que ha hecho edificar ese hermoso hotel en la avenida del Bosque de Boloña. Bien puede pagarlo.
Pablo Hervieu pertenece á estos últimos. «Estoy completamente solo dice, soy yo, quien habla... quien hace esfuerzos para expresar lo que siente...» A su juicio, lo capital es el argumento de la obra y la trabazón, vigorosamente lógica, de las situaciones; la calidad de los muebles, la disposición y ornato del escenario, no le preocupan.
Todas las partes del cuadro que se presenta en conjunto a la mirada, preocupan de tal modo el pensamiento, que hay que pasar largo tiempo antes de conseguir poner en orden las sensaciones que se experimentan y de distinguir los detalles; allá abajo, donde acaban el Jura y Francia, un lago que en su inmensidad presenta el aspecto de un mar; sobre sus bordes las campiñas románticas del país de Vaud, los paisajes agrestes del Valais, las ásperas soledades de la Saboya; confundiéndose con el horizonte, y tan vasta como él, la cadena de los Alpes, cuyas innumerables cúpulas se agrupan sobre la semicircunferencia del cielo, diversas de formas, de carácter, de fisonomía, de color, pero todas afectando al fuego del sol el brillo de los diferentes metales; las unas resplandecientes como la plata pulimentada; las otras, según el efecto de las sombras que se proyectan sobre sus contornos, mates como el plomo o brillantes como el acero bruñido, con reflejos azules o violados; otras, en fin, tan deslumbrantes, cuando el sol poniente las inunda, que se diría que son masas de hierro blanqueadas a la fragua. ¡Aquel día el sol se ponía con tanta magnificencia y en un cielo tan puro!
¡Lástima que no haya llegado el estudiante para solemnizar debidamente toda la Noche-Buena! Porque ésta tiene en la aldea varias peripecias. Después del placer de preparar la cena y del de tragarla, falta el de la llegada de los marzantes, por los cuales ha preguntado ya muchas veces el vapuleado chicuelo, á quien, la verdad sea dicha, preocupan todavía más que la tardanza de su hermano.
En algunas casas no le dan nada y se quedan con la tarjeta, que ya a él no le puede servir, puesto que ha estampado en ella el nombre del agraciado; pero en otras sí que le dan algo, en reconocimiento, sin duda, a su atención... Pasan por los pueblos o viven en ellos muchos personajes interesantes de los cuales los novelistas no se preocupan; hacen mal, evidentemente.
Palabra del Dia
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