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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Prorrumpió en una exclamación que asustó á la portera y enseguida, tomando su partido en un segundo, se lanzó á la escalera, subió los dos pisos, llamó con violencia, y sin preguntar nada al criado, que la conoció y estaba estupefacto, entró como una avalancha en el gabinete de su primo.
Romualda se comía un pedazo de pan, engañado con los restos del almuerzo de Nazaria. Rumalda dijo esta después de medio día , sube y dile a Petrilla que no ponga las perdices. Y media hora después Romualda subió a preguntar si estaba la comida.
La temerosa y desconsolada señora, sin entrar en cuenta de lo que don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometió que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado. -Pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido.
Sólo en un punto estaban de acuerdo: en adorar a su madre, que distante por igual del fanatismo de ambos, vivía consagrada a endulzar amarguras y aminorar desdichas, sin preguntar jamás cómo pensaba el que sufría.
No osó preguntar al huésped lo que el Corregidor quería, ni el huésped lo dijo a nadie sino a su mujer; con que ella también volvió en si, dando gracias a Dios que de tan grande sobresaltó la había librado.
25 De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia; 26 porque del Señor es la tierra y su plenitud. 27 Y si algún incrédulo os llama, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia.
¿Conoces á un hombre que se llama Gregorio? preguntó á un niño que jugaba en la calle. El niño la miró con asombro y no respondió. Vamos, dí, ¿conoces á un hombre que se llama Gregorio, que tiene por mujer á una que se llama Felicia? volvió á preguntar con impaciencia. El mismo asombro y el mismo silencio por parte del chico.
Después de otra pausa volvió á preguntar tímidamente: ¿Has bailado mucho? No respondió con la misma sequedad. Nuevo silencio, durante el cual el majo estrujaba su inteligencia buscando medio de pasar á la conversación que deseaba. Te he visto y te he reconocido perfectamente hace un momento aunque llevases careta dijo al cabo disimulando inútilmente su emoción. Soledad no respondió.
Las horas del día pasaron. Ella dormía, dormía sin pensar en despertarse. De vez en cuando oía afuera el paso ligero de las criadas; aparte de eso, todo estaba silencioso y desierto en derredor nuestro. De Roberto, ni trazas. A mediodía no pude dejar de preguntar por su paradero. Le habían visto por la mañana salir a los campos, seguido por sus perros.
Tirso esquivó la respuesta cuanto pudo, y al fin, apremiado por la insistencia de don José repuso: No, no hace falta que nadie se moleste: no quiero sino dar una vuelta por cualquier parte, tomar el aire un rato. Al cerrar la noche se fue sin preguntar nombre alguno de calle, como quien ya sabe dónde se propone ir y se obstina en ocultarlo.
Palabra del Dia
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