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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Pícaramente; ciento sesenta pesos he perdido. ¿Y a usted? Peor todavía; adiós... Ni siquiera nos contestó el perdidoso. Hombre, si no has jugado le dije a mi primo, ¿cómo dices?... Amigo, ¿qué quieres? Conocí que me venía a preguntar si tenía suelto. En su vida ha tenido ciento sesenta pesos, la sociedad es para él una especulación; lo que no gana lo pide...
Iba a retirarse, pero un sentimiento de coquetería la hizo volver desde la puerta y preguntar a Cecilia: ¿Dónde has colocado el calzador? He tenido que venir con chinelas por no hallarlo... Y al mismo tiempo mostró su lindo pie. Pues allá está, en el cajón de la mesa de noche.
De lo que había pasado en la excursión del día de San Francisco de Asís y en otras sucesivas procuró De Pas enterarse en las conversaciones que tuvo con su amiga fuera de la Iglesia; dentro del cajón sagrado no había modo decoroso de preguntar ciertas menudencias a una mujer como Anita. La Regenta agradecía al Magistral su prudencia, su discreción.
Si alguna vez iba don Isidro al Norte de la República, no tenía más que preguntar: el último arriero de los que pasan a Chile recuas de mulas por la Cordillera le daría razón.
Empezaba a preguntar, más bien con el ademán que con la boca: «¿Qué es esto?», a tiempo que Amparo, sacando del bolsillo un pito de barro, arrimolo a los labios y arrancó de él agudo silbido. Diez o doce silbidos más, partiendo de diferentes puntos, corearon aquella romanza de pito, y el inspector se detuvo, sin atreverse a bajar los escalones que faltaban.
¿Qué tiene? ¿Qué pide? preguntaba con voz de angustia, como implorando luces y auxilio y fortaleza en el preguntar; mientras, a tientas, buscaba debajo del colchón los calcetines. Eufemia se encogió de hombros, y, acordándose del pudor, salió de la alcoba para que se vistiera el señorito.
¿Y Pecado? En el taller... Dios le tenga allá...». Aquel día, aunque era festivo, el soguero tenía trabajo hasta las doce. No había querido ir Mariano; pero su severa tía le cogió por una oreja, y... ¡Valiente holgazán! «¿Y Pecado? volvió a preguntar el Majito. Te digo que está en el trabajo... No te montes sobre la tinaja. Si me la rompes, vas a ver. ¡Eh, eh!
Lucía, que caída la labor en el regazo escuchaba con vida y alma, púsola toda en sus ojos para preguntar, mudamente, algo a Sardiola.
¿Pues qué sucede, señora? dijo Anselmo cuidadoso, porque era un antiguo criado de la casa. Sucede que doy á mi padre la noticia de mi casamiento. ¡Cómo! ¿La señora se casa? Me he casado ya. ¿De secreto? No, por cierto; me casé anoche delante de testigos en la capilla real. El escudero se puso pálido y no se atrevió á preguntar más.
Tal vez algún viajero, asustado por su repentina aparición, fue menos compasivo que yo y le arrojó bajo las ruedas. ¡Vaya usted a preguntar a la noche lo que pasaría! Desde que le conocí terminó diciendo el amigo Pérez han pasado cuatro años.
Palabra del Dia
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