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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Llegaron con bastante dificultad a la calle de la Prisión, después de dar muchas vueltas y preguntando muchas veces el camino. Los muros repulsivos de la cárcel fue el primer objeto que correspondiera con alguna imagen en la memoria de Silas, dándole la alegre certidumbre que no le había proporcionado ninguna seguridad relativa al hombre de la ciudad, que estaba en el lugar de su nacimiento.
Explicó que era el dueño del castillo. «¿Francés?», siguió preguntando el teniente. «Sí, francés...» Quedó el oficial en hostil meditación, sintiendo la necesidad de hacer algo contra este enemigo. Los gestos y gritos de otros oficiales le arrancaron á sus reflexiones. Todos miraban á lo alto, y el viejo les imitó.
Estando á los últimos, le envió un Padre la imagen de San Francisco Xavier para que le pidiese la salud; pero él, en lugar de pedirle la vida, le suplicó que si aún no se le había llegado su hora, le alcanzase luego de Dios se le llegase; y en efecto, fué al punto oído, porque mientras explicaba al glorioso apóstol sus deseos, plácidamente espiró; y preguntando al niño que le había llevado la santa imagen cómo estaba el enfermo, respondió llorando que ya había muerto; y con un modillo, á manera de quien estaba enojado, añadió: «¿Y cómo no había de morir, si pidió él ir á ver á Jesucristo y Su Madre Santísima?»
Se fue a la ciudad, compró zapatos de hierro y salió a 80 buscar a su marido. Visitó muchas ciudades preguntando por el príncipe Jalma, pero ninguno le conocía. Cuando llegó al fin del mundo vio a la madre del viento del Norte y la saludó. ¿Cómo le va, buena señora? 85 Bien, hija, le dijo; ¿qué haces aquí, cuando ni los pájaros llegan a estos lugares? Mi hijo te comerá.
Don Valentín, combatido por los opuestos sentimientos de la compasión y del terror que su mujer le inspiraba, seguía viniendo con frecuencia á informarse del estado de la paciente; pero, en vez de entrar en el cuarto y asomar la nariz á la alcoba, se quedaba fuera y asomaba sólo al cuarto la nariz, preguntando á su hija: ¿Cómo está tu mamá? Clara respondía: Lo mismo; y D. Valentín se iba.
Hablemos al General en Jefe..., preguntemos a esos soldados... Digan ustedes, héroes de este día, que se anotará en los fastos de la Historia con piedra blanca, albo notanda lapillo; oigan ustedes: ¿han visto por casualidad a D. Diego? Y así iba preguntando a todos, sin que nadie le diese razón. Vino la noche.
»Pues en tan señaladas circunstancias recibí un recado de Leticia, preguntando «con vivo interés» por el estado de la enferma. ¿Era cinismo de la infame, o un disfraz de su vileza? Yo entendí lo primero, y bajo esta impresión la respondí. No vino el segundo recado de su parte, y eso me convenció de que fue la respuesta muy merecida.
Ah, vamos, es usted francés. Martín calló. ¿Dónde para usted? siguió preguntando el general. En una posada de ese paseo... ¿Del paseo de los Llanos? Creo que sí. Así se llama. ¿Hay una administración de coches en el portal? ¿No? Sí, señor. Entonces, es la misma, ¿Piensa usted estar muchos días en Estella? Hasta que me digan si hay contestación o no. ¿Cómo se llama usted? Martín Tellagorri.
Y ella no disimulaba su barbarie; por el contrario, manifestaba con graciosa sinceridad sus ardientes deseos de adquirir ciertas ideas y de aprender palabras finas y decentes. Cada instante estaba preguntando el significado de tal o cual palabra, e informándose de mil cosas comunes. No sabía lo que es el Norte y el Sur. Esto le sonaba a cosa de viento; pero nada más.
¿Entonces, la doctora...? volvió á preguntar, adivinando lo que podía ser la imponente dama. Freya contestó con una expresión de entusiasmo y de respeto. Su amiga era una patriota ilustre, una sabia que ponía todas sus facultades al servicio de su país. Ella la adoraba. Era su protectora: la había salvado en los momentos más difíciles de su existencia. ¿Y el conde? siguió preguntando Ferragut.
Palabra del Dia
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