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La tarde caía; pronto iba a ser de noche, y como Feijoo tenía horror a la oscuridad, su amiga encendió luz, que puso en la mesa de camilla, y cerró después las maderas. «¿En dónde has estado hoyle preguntó D. Evaristo, que casi todas las noches le hacía la misma pregunta, no por fiscalizar sus actos, sino porque de aquella interrogación salía casi siempre una plática agradable.

El maestro contestó, con un dejo de orgullo, que no pasó inadvertido a las maliciosas orejas de los muchachos: Era mi hija Silvia... ¿Cómo, monsieur Jaccotot?... preguntó todavía Aguilar, con no fingida sorpresa. Nosotros nada sabíamos de que usted fuera viudo... Monsieur Jaccotot meneó la cabeza en forma de negación...

¿Quiere usted subir á la biblioteca? preguntó el hermano. Tiene poco que ver: todo en ella es antiguo. Lo antiguo era lo mejor dijo Aresti con gravedad. Usted está en lo cierto. ¡Ay, si todo el mundo pensase tan sanamente como usted! No como la gente de ahora que sólo lee novelas y libros malos contra la religión.

¿Cómo estás aquí? ¿Quién te ha dado permiso para entrar? ¿No te han dicho que no subas sin que te llamen? preguntó frunciendo aún más el ceño. Quería darte un beso dijo con voz apagada Josefina. Déjame de besos. Anda, y cuidado con subir otra vez sin mi permiso.

Ruperto volvió la espalda a la ventana, saludó y dijo con su voz fuerte y alegre de siempre: Pues estoy tratando de excusar la ausencia de Vuestra Alteza. ¿Podía dejar sola a esta señora? El Duque se adelantó, asió a Ruperto por el brazo y señalando la ventana, exclamó: ¡En el foso hay lugar para otros además del Rey! ¿Me amenaza Vuestra Alteza? preguntó el joven.

Encendieron un fósforo: se lo fueron entregando unos a otros mediante ciertas palabras que había que pronunciar en voz alta: pagaba prenda aquel en cuyas manos concluyese o se apagase. Nuestro joven tomaba poco interés en el juego. Cuando el fósforo llegó a él bastante disminuido, lo dejó caer sin entregárselo a Maximina, y pagó prenda. ¿Por qué no me lo ha dado? le preguntó ésta.

, señor, para octubre, el tiempo de las castañas..., esperaba el mundo un Moscoso, un Moscoso auténtico y legítimo... hermoso como un sol además. ¿Y no puede también ser una Moscosita? preguntó Julián después de reiteradas felicitaciones. ¡Imposible! gritó el marqués con toda su alma. Y como el capellán se echase a reír, añadió: Ni de guasa me lo anuncie usted, don Julián.... Ni de guasa.

Gracias por el cumplido. Mira, Germán, lo mejor será que lo dejes, porque el escudero de Morel es más despierto y más listo de lengua que . De lengua, lo concedo. ¿Y de espada? preguntó Germán. Punto es ese, observó Rodolfo, que podrá esclarecerse dentro de dos días, la víspera del gran torneo.

Leopoldina Pastor no se asustaba: de morir ella, moriría como Carlota Corday, despachando antes media docena de indecentes, como Marat. Carmen Tagle dio un suspiro, sacó un poquito la lengua y preguntó si aquello dolería mucho. Tan sólo se siente un ligero frescor contestó a lo lejos una voz cavernosa.

Como calló, mi amo le preguntó, si quería decir más, que lo dijese. El alguacil dijo: "Harto hay más que decir de vos y de vuestra falsedad, mas por agora basta."