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Actualizado: 10 de junio de 2025
Este al día siguiente vino a enterarse de cómo había pasado la noche, y tuvo la amabilidad de conducirle hasta el colegio; al dejarlo a la puerta, le prometió venir a buscarle y llevarle a almorzar consigo. Y así fue; pero en vez de llevarle a la fonda donde alojaba, prefirió irse a almorzar al restaurant del Iris.
La madre había sido una española de Amalfi, que el escudero robó una noche, hiriendo al padre y matando a un hermano, y que, descubierta dos años después, prefirió dejarse ultimar en el tormento antes que denunciarle. Componían la covacha dos habitaciones con un jardincillo, en el fondo de una casucha, detrás de San Pedro.
GOPA. Inmenso dolor nos agobia. ¿Por qué anubla su hermosa frente irremediable tristeza? ¿Por qué desea abandonarnos? ¿Qué falta, qué mengua encuentra en mí? Yo le hubiera preferido a los dioses, como Damayanti prefirió a Nal. Mi ventura se cifra en obedecerle con humildad y en ser toda suya. ¡Ingrato! Su corazón insaciable no logra aquietarse en mi amor.
Pero haciéndose cargo de que no era posible que sus padres se contentasen con esto, prefirió idear una historia. Su imaginación poderosa le vino en ayuda inmediatamente. Un hombre de barba con traje de obrero le estaba aguardando en el portal para robarle. Le pidió lo que traía amenazándole con un puñal, pero él retrocediendo había llegado hasta la puerta y pudo coger el llamador.
Mas el hijo del brigadier era tan dichoso con aquella reconciliación y con la perspectiva de vivir en la misma casa de su hermana, que prefirió creer que también su madrastra se enternecía y se gozaba en tenerle nuevamente por hijo. Cuando más embebido se hallaba en la conversación, sintió que unas manos chiquititas le sujetaban la cabeza por detrás, y se la despeinaban con furia.
La madre de Pepet murió del disgusto; según decían las vecinas, prefirió irse del mundo antes que ver en su casa a la hija de la Bruixa; y Teulaí, con ser un perdido que no respetaba gran cosa el honor de la familia, casi riñó con su hermano.
Tuvo intento de llamar en una puerta para que le librasen de aquel martirio; pero al hacerlo le acometió tal vergüenza que renunció á ello y prefirió seguir hasta Villoria. Cuando alcanzó á ver las primeras casas era ya muy cerca del amanecer. Se dirigió á la de uno de sus tíos que allí vivía, quien le desató al cabo, le consoló y le ofreció una cama para descansar.
Al principio se le había figurado que ella, con un poco de arte, hubiera podido conquistar a cualquiera de aquellos nobles ricos que se divertían con todas y se casaban con la de mayor dote. Pero le pareció una indignidad asquerosa semejante idea; ni una sola vez trató de ensayar sus recursos y prefirió creer a su tía: aquellos aristócratas interesados no eran maridos posibles.
No encontrando explicación que pudiese dejar satisfecho a su tío, Andrés prefirió no dar ninguna. Ambos, pues, se mantuvieron callados. Al cabo, nuestro joven se fue otra vez tristemente hacia la casa y se puso a arreglar el baúl.
Aresti no osó subir directamente al despacho de su primo, temiendo la resistencia de algún portero nuevo, y las idas y venidas y consultas de los empleados, antes de reconocerle y dejarle paso franco. Prefirió entrar en el entresuelo donde estaba el despacho de los buques de la casa, bajo la dirección de un antiguo amigo de la familia, el capitán Matías Iriondo.
Palabra del Dia
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