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Actualizado: 31 de mayo de 2025


No quería proporcionarle aquella satisfacción a Godfrey; prefería que maese Godfrey estuviera mortificado. Además, a Dunstan lo regocijaba la idea tan importante ante sus ojos de tener que vender su caballo, y además la ocasión de cerrar un trato, de hacer el fanfarrón y probablemente de engañar a alguien.

Le habían invitado también a establecerse en Lúzaro, pero no quería: prefería vivir en Izarte. La vida de aquella gente era muy sencilla y muy pobre. Por las mañanas, el capitán y su hija solían recorrer la playa desierta, los dos descalzos. Había una cueva pequeña en las dunas con una puerta; allí, los días buenos, la chica entraba a desnudarse, se ponía un traje de baño y se metía en el mar.

María Teresa, que conocía todos sus rincones, procuraba a su imaginación el placer de evocar regiones desconocidas en los mismos sitios donde existían granjas, villas y aldeas. Era sobre todo en los días en que el cielo estaba más brumoso y causaba más ilusiones, cuando María Teresa prefería pasear a través de los campos.

Prefería los films en que aparecen señoras elegantes y todos los hombres van vestidos de frac. De pronto, Mina mostró un patriotismo rabioso. ¿Qué hacía en Europa?... Sólo los snobs podían perder su tiempo y su dinero en un continente viejo y aburrido. Ella era americana, y debía vivir en América.

El Magistral tuvo que quedarse con Ripamilán, don Víctor, el gobernador, Benítez y otros señores graves. Benítez era joven, pero prefería hacer la digestión sentado y fumando un buen cigarro. Don Víctor se acercó al médico, en el hueco de un balcón y De Pas pudo oír el diálogo que entablaron. ¡Oh! no puede figurarse usted cuánto le debo. ¿A , don Víctor?

Toda la torpeza de Tellagorri hablando castellano se trocaba en facilidad, en rapidez y en gracia cuando peroraba en vascuence. Sin embargo, él prefería hablar en castellano porque le parecía más elegante.

En Auckland tampoco le salió al encuentro ningún cablegrama. Varias familias de Nueva Zelandia tomaron pasaje para ir á Sidney ó á Melbourne. El joven americano evitaba toda amistad con los compañeros de viaje. Prefería la melancolía de sus recuerdos, entregándose á ellos ya que no le era posible el placer de la lectura.

Luego miró á su amigo con una extrañeza dolorosa. ¿Solo?... ¿Cómo se atrevía á proponerle que abandonase á Elena?... Prefería morir, pues de este modo se libraba del sufrimiento de pensar á todas horas en la suerte de ella. Como Robledo estaba irritado, y en tal caso, siempre que alguien se oponía á sus deseos, era de un carácter impetuoso, exclamó irónicamente: ¡Tu Elena!... Tu Elena es...

Ante aquella íntima confidencia, que era un verdadero desahogo, yo creía conveniente guardar silencio. No tenía palabras para consolar a mi tío con razones completamente contrarias a mis sentimientos y prefería callar, aun corriendo el riesgo de acatar todo aquel amargo y tardío arrepentimiento.

Ojeda hizo un gesto de cansancio: prefería quedarse en su camarote. Pero Mina le miró suplicante. «Novio mío... ven». Ella había de asistir para cuidar de Karl. ¡Si Fernando estuviese cerca!... No se hablarían, no se mirarían; pero ¡sentirlo junto a ella! ¡saber que podía verle con solo volver la cabeza!...

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