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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Declaró por último su firme propósito de consagrarse en adelante a la amistad sólo; a la amistad sin combinaciones y llena de limpieza. Para esto, para que fuese su íntimo amigo, había citado al Vizconde. El otro amigo predilecto, cuya vida, mejorada por ella, quería seguir endulzando hasta que llegase a su fin e iluminándola con luz hechicera, era el señor de Figueredo.

No pude más: tiré el volumen, cogí el sombrero, y me lancé a la calle. Hermosa tarde primaveral, dorada, luminosa.... Me dirigí hacia la colina, y subí hasta mi sitio predilecto. El cielo sin nubes ni celajes parecía una bóveda de cristal cerúleo. Las arboledas, frescas y reverdecidas, hacían gala de su flamante veste, y en las dehesas y en los collados flotaba una misteriosa claridad rosada.

Su QUIJOTE es el libro predilecto de las MUSAS, y mientras festivo consuela á tristes y melancólicos, é ilustra al ignorante, es al mismo tiempo una historia, la historia más fiel de las costumbres españolas. Opino, pues, con la sabia PALAS, y me perdonen los otros dioses que de mi parecer no participan. Esto bien lo recuerdas, ingrato APOLO.

Este hijo predilecto de las musas, añade, nació en el año 1562, pudiendo asegurarse que, en vez de ser amamantado con leche, lo fué con las aguas del Helicón, y que sus primeras palabras articuladas fueron versos, escribiéndolos desde su niñez; y casi en su infancia se representaron en los teatros comedias suyas, y fueron aplaudidas, contribuyendo poco á poco, por calificarse de recreo inocente, á corromper á los españoles con la afición á esos goces y á afeminar insensiblemente sus antiguas costumbres varoniles, y siendo su consecuencia que España, casi al mismo tiempo, era admirada y respetada de todas las naciones por sus virtudes, y desatendida y menospreciada por sus vicios.

En todos los álamos del río grabé las iniciales de Linilla, o una sola letra, una «L», para que me recordaran a cada paso el nombre de mi amada. Pero mi sitio predilecto era la peña más alta de la colina. Desde allí descubría yo las cumbres más elevadas de la Sierra. Detrás de una de ellas estaba el pueblo de San Sebastián donde moraba la pobre niña.

No le pesó tanto a Miguel como era de presumir: por aquella época comenzaban a estrecharse sus relaciones singulares con Petra, y los domingos en que a la planchadora no le tocaba salir, pasaba la mayor parte del tiempo en su grata compañía. Lo único que sintió positivamente fue el verse privado de acariciar a su hermana, de la cual continuaba siendo el gato predilecto.

Don Jacinto estuvo más firme que una roca; eclipsó casi la memoria del hijo predilecto del patriarca Jacob, todo ello con tal dignidad y tan sin melindres ni remilgos, que la risa y la chacota, que el tío y sus dos amigos empezaron a mostrar, hubo pronto de trocarse en admiración y respeto.

Dábase cuenta de la debilidad artística de Eichelberger, seguía con mirada dolorosa su descenso, reconocía la razón de aquella indiferencia creciente que rodeaba su nombre. Por desesperación o por ansia de consuelo, él se entregaba cada vez con mayor tenacidad a su vicio predilecto. Bebía sin recato, olvidado ya de los miramientos que había tenido con ella en los primeros meses de matrimonio.

Y no deja de ser coincidencia curiosa, continuó el abad con aire pensativo, la de que en un mismo día salgan de este monasterio el más perverso de sus novicios y el mancebo á quien todos consideramos como el más digno de nuestros jóvenes discípulos y que es también el predilecto de mi corazón. Sois demasiado bondadoso, padre mío, contestó el doncel.

Permanecía yo en mi sitio predilecto hasta que las sombras invadían la ciudad, hasta que se apagaban en los horizontes y en las cimas los últimos reflejos del sol, y Villaverde encendía sus luces, y Véspero, el amado Véspero, bañaba la vega en apacible y misteriosa claridad.

Palabra del Dia

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