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Actualizado: 19 de junio de 2025


En poco tiempo, y aunque parecía que en nada se fijaba, llegó a ponerse al corriente de aquel laberinto de cajones rotulados, a hacer el oído a los enrevesados términos del ramo, y a conocer cada droga por su nombre y con sus precios.

Y sin duda, para distraer á su enfurruñado acompañante, siguió con acento regocijado la enumeración de su miseria. ¡Ay, la guerra, con sus atroces encarecimientos! Las medias de seda eran malas, se rompían con sólo usarlas una vez, y únicamente podían adquirirse á precios fabulosos. Prefería prolongar la existencia de las que guardaba de sus tiempos de riqueza, por ser más sólidas.

A lo cual respondió, riéndose: -Es un pueblo de Italia, donde se juntan los hombres de negocios, que acá llamamos fulleros de pluma, a poner los precios por donde se gobierna la moneda. De lo cual sacamos que en Visanzón se lleva el compás a los músicos de uña. Entretúvonos el camino contando que estaba perdido porque había quebrado un cambio, que le tenía más de sesenta mil escudos.

A finales de 1998 y a principios de 1999, se inician huelgas en Francia, Italia y Alemania para exigir de los proveedores de servicios internet que reduzcan sus precios y ofrezcan paquetes mensuales. Los usuarios obtienen satisfacción en los siguientes meses.

Los portes de las cartas, ó sea la tarifa de sus precios, tambien han sufrido variaciones en distintas épocas, y siempre en aumento progresivo en favor de la renta; pues que á fines del pasado siglo las tarifas marcaban un peso por onza, y dos reales plata fuerte por cada carta sencilla ó que no llegase á media onza; y en el dia la tarifa marca de porte doce reales plata fuerte por cada onza, y cuatro reales idem idem por carta sencilla; más en esto no hay por qué detenerse; los portes se pagan como está mandado últimamente, y de ello no hay reclamacion alguna.

La utilidad y necesidad de las adquisiciones resultaban de interés secundario; lo importante era adquirir á precios irrisorios. Y las subastas inundaron aquellas habitaciones que al principio se amueblaban con lentitud desesperante. Su hija se quejó ahora de que la casa se llenaba demasiado. Los muebles y objetos de adorno eran ricos, pero tantos... ¡tantos!

Al mismo tiempo que la factoría y factor deberían dar jornal y ocupación a todos los que lo pidiesen, y obligar por medio de las justicias a que trabajasen los ociosos, deberían también comprar a los indios, y aun a los españoles avecindados, cuantos frutos y efectos adquiriesen con su trabajo e industria por los precios que el gobierno hubiese establecido, aun cuando no le resultase utilidad ninguna de la venta que de ellos hubiese de hacer; pues sería cosa muy conveniente que todos tuviesen asegurada la venta del producto de su trabajo.

Al cargo del mayordomo estaría, con la intervención, dirección y cuidado del factor, el comprar diariamente cuantos frutos y menudencias le llevasen a vender los indios, pagándoles de contado a los precios establecidos, para lo cual debería tener en su poder algún dinero de que se le tomaría cuenta al fin de la semana, recibiendo y almacenando lo que hubiese comprado, y entregándole el dinero suficiente para la semana siguiente.

La tarifa de sus precios es lo mas cómodo imaginable; por tres sueldos en la imperial y seis dentro del ómnibus, se recorre toda una línea, que generalmente se compone de una gran distancia cruzando Paris de un extremo á otro.

Los consumidores se sentaban bajo un toldo de lona, ante cajas que habían contenido ferretería ó municiones y hacían oficio de mesas. Esta miseria estaba compensada por los precios. En ningún Hôtel-Palace obtenían las bebidas un valor tan extraordinario.

Palabra del Dia

rigoleto

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