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Actualizado: 24 de junio de 2025


Fué virrey de Navarra, marqués de Rodil y sucesivamente capitán general de Extremadura, Valencia, Aragón y Castilla la Nueva, diputado a Cortes, ministro de la Guerra, presidente del Consejo de ministros, senador de la Alta Cámara, prócer del reino, caballero de collar y placa de la orden de la Torre y Espada, gran cruz de las de Isabel la Católica y Carlos III, y caballero con banda de las de San Fernando y San Hermenegildo.

La copia de su carta ó memorial está autorizada por D. Francisco Castejon, secretario de Su Magestad en la Junta de guerra del Perú, con fecha de 18 de Mayo de 1716, para remitirla al Presidente de Chile, de órden del Rey. Los mas tienen por falso lo que contiene dicho informe.

La Libre Hermandad se hubiera muerto de consunción sin el valeroso sacrificio de su Presidente.

Pido la palabra dijo el que estaba a su lado. ¿Quién diablos se la ha de dar a Vuestra Excelencia dijo entonces el presidente amoscado, si nadie la tiene? Recuerdo a Su Excelencia dijo el notario, que en el orden del gobierno de Su Majestad Imperial no se puede pedir la palabra, y que es frase mal sonante: o hablar de pronto, o no hablar.

En el Senado, la obligada declaración de «profundó sentimiento», tras un pomposo elogio de los méritos y virtudes del difunto, hecho por el presidente.

Detrás de ésta, y a ambos lados, una serie de secretarios escribiendo o consultando libros o papeles, sea para recordar al presidente qué es lo que se hizo en tal circunstancia, o los antecedentes del asunto, o cualquier dato necesario. Al pie de la tribuna parlamentaria estaba el cuerpo de taquígrafos.

Por la noche vino un chico a traerme dos maletas, y al otro día bien temprano dio allí el señor cura con una chavalita que venía toa tapá. Nos mandó enganchar y, mientras, la chavalita se subió a la casa. ¿Y no observó usted preguntó el presidente si el sacerdote la acompañó arriba? Yo no le vi subir. Si estuvo arriba, fue poco tiempo.

Se lo he dicho al presidente del Consejo Ejecutivo, á muchos senadores, al gobierno municipal de la ciudad y á todos los periodistas que conozco, excelentes muchachas, que ahora me prestan alguna atención, después de no haberme hecho caso nunca, y se dignan repetir en sus artículos todo lo que me oyen.

No tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la compañía de mujeres jóvenes como vosotras. Mi casa es un casino, del cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este papel. ¿Quieres compartirlo conmigo? ¿Quieres ayudarme a presidir mi tertulia? Ignoro si Braulio querrá y podrá... ¿Cómo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen señor y discreto.

En vano el presidente Poincaré, animado por una última esperanza, se dirigía á los franceses para explicar que «la movilización no es la guerra» y que un llamamiento á las armas sólo representaba una medida preventiva. «Es la guerra, la guerra inevitable», decía la muchedumbre con expresión fatalista.

Palabra del Dia

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