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Actualizado: 24 de junio de 2025
Así se estaba aún más a gusto. Uno de los jurados, un viejo, miró a Karaulova y dijo a su vecino: ¡Tiene gracia esa mujer! Sí contestó el otro. Bueno objetó el presidente . El hecho de que sea usted una prostituta no es una razón para negarse a prestar juramento.
A lo lejos, tras las recias paredes de ladrillo, sonaba la música y se percibía la respiración de la muchedumbre, cortada por gritos de entusiasmo y rumores de curiosidad. Las cuadrillas desfilaban ante el presidente. ¿Dónde está? preguntó ansiosa Carmen.
Y Ana, encendida la mejilla, cerca de la cual hablaba el presidente del Casino, no pensaba en tal instante ni en que ella era casada, ni en que había sido mística, ni siquiera en que había maridos y Magistrales en el mundo. Se sentía caer en un abismo de flores. Aquello era caer, sí, pero caer al cielo.
El mismo Presidente Cleveland y todo el pueblo anglo-americano debieran protestar, sin que nadie abogase por nosotros, contra los arrebatos violentos y ciegos de que se han dejado llevar sus Cuerpos Colegisladores.
Y entonces don Álvaro, gozoso, entusiasmado, quiso deslumbrar a su auditorio con el contraste de aventuras románticas, en que él aparecía como un caballero de la Tabla Redonda. Y a todo esto don Pompeyo Guimarán olvidaba su exordio, interesado a su pesar en las aventuras eróticas del frívolo Presidente del Casino.
Vive con su padre; que cuenta ya ochenta y seis años, de carácter imperioso y absoluto, y dos hermanos solteros. Es un excelente casamiento que, aunque me preocupa un poco, espero ha de hacer la felicidad de mi Cecilia. Alfonso está en París; ha sido muy bien acogido por M. de Pansey, consejero de Estado y presidente del Tribunal de Casación.
En carta que escribía al general La Madrid en 1832, le decía: «Cuando fuí invitado por los muy nulos y bajos Bustos e Ibarra, no considerándoles capaces de hacer oposición con provecho al déspota presidente don Bernardino Rivadavia, los desprecié; pero habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos, coronel don Manuel del Castillo, que usted estaba de acuerdo en este negocio y era el más interesado en él, no trepidé un momento en decidirme a arrostrar todo compromiso, contando únicamente con su espada para esperar un desenlace feliz... ¡Cuál fué mi chasco...!»
Hablaba también de un tal «François» o Francisco, al que llamaba «rey de Francia»... ¡Ante ignorancia semejante, Manuel no había podido contenerse! Señor vizconde le replicó, en Francia ya no hay reyes. Hay una república gobernada por un presidente...
Además, no recuerdo los nombres. El adjunto del fiscal se sentó, descontento. Entonces ¿no prestará usted juramento? interrogó el presidente a Karaulova. No. ¿Y ustedes? preguntó, dirigiéndose a Kravchenko. Nosotras aceptamos. El tribunal deliberó largamente, hasta invitó al adjunto del fiscal a dar su opinión.
No hemos de terminar, sin reconocer la habilidad con que formulan sus argumentos tanto el Profesor Schurman como el Presidente McKinley, aunque á decir verdad un examen detenido descubre los sofismas que guardan en su fondo. Los filipinos acostumbran
Palabra del Dia
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