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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Fue Gil un seminarista modelo; aplicado, dulce, respetuoso, afecto a las prácticas religiosas y mostrando mucho fervor en ellas. Las damas no tuvieron más que motivos para felicitarse de su resolución. Cuando venía a pasar las vacaciones a Peñascosa, traía para cada una de ellas una carta del rector manifestando su satisfacción por la conducta y los progresos del huérfano.
El período que precede al matrimonio es generalmente una amable suspensión de todas las facultades prácticas, y se tira el dinero por las ventanas... Es, con frecuencia, una fiebre de las más malignas, de la que las jóvenes se resisten durante algún tiempo... Y se acostumbra uno pronto a no calcular... ¡Qué exageración! exclamó Francisca. No, no exagero.
Ha habido que renunciar a las prácticas del catolicismo español antiguo, sano, francote y serio: un catolicismo como si dijéramos de panllevar, para atraer a la gente, dándole cantos bonitos en lengua común.
Muy bien sabían aquellos excelentes ancianos que, según las prácticas usuales, y, respecto de algunos de ellos en razón de su falta de aptitud para los negocios, deberían haber cedido sus puestos á hombres más jóvenes, de distinto credo político, y más adecuados para el servicio de nuestro Gobierno. Yo también lo sabía, pero no pude resolverme á proceder de acuerdo con ese conocimiento.
La santidad de la misión impuesta le servía de refugio, o buscaba en las prácticas religiosas una ocupación piadosa, durante la cual se imaginaba sentir vagamente que su espíritu se elevaba en arrobos místicos hasta los prometidos cielos, como espiral de incienso que sube a perderse en el espacio.
En su carácter había algo resistente á las mudanzas de forma impuestas por la época; y así como no varió nunca su manera de hablar, tampoco ciertas ideas y prácticas del oficio se modificaron.
Ni momento de sueño ni instante de reposo. ¡Qué desasosiego, qué cama... y qué espantosa soledad! ¿Era que se arrepentía, o simplemente que la echaba de menos? En vano intentó explicárselo. Cuanto sentía estaba en abierta contradicción con sus antecedentes, sus ideas y sus prácticas amorosas; al par le daban orgullo los recuerdos y vergüenza lo presente.
Sin tener fe ni dejar de tenerla, acostumbrada ya a no pensar en aquellas grandes cosas que la volvían loca, Anita Ozores volvió a las prácticas religiosas, jurándose a sí misma no dejarse vencer ya jamás por aquel misticismo falso que era su vergüenza. «La visión de Dios.... Santa Teresa.... Todo aquello había pasado para no volver.... Ya no le atormentaba el terror del infierno, aunque se creía perdida por su pecado, pero tampoco la consolaban aquellos estallidos de amor ideal que en otro tiempo le daban la evidencia de lo sobrenatural y divino».
El hábito de elegirlos libremente ha debido mantener vivo y persistente en Urí, Schwyz y Unterwalden el sentimiento democrático del derecho de todos y cada uno de los asociados, porque nada influye tan poderosamente sobre las ideas, costumbres é instituciones políticas de un pueblo como las prácticas y tradiciones religiosas.
Don Anselmo llegó a confesar que le entraban ganas de ser cristiano; doña Manolita y su marido se sintieron más cristianos que nunca; D. Acisclo halló que su sobrino tenía casi tanto entendimiento como él, si bien aplicado a cosas menos prácticas; y doña Luz, embelesada, entusiasmada, añadió acaso, con su rica imaginación poética, mil quilates de hermosura, de novedad y de profundidad, al discurso del Padre, del cual no perdió ni una sola cláusula, comprendiendo el más hondo sentido del conjunto y de cada sentencia.
Palabra del Dia
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