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Actualizado: 29 de julio de 2025


Me acuerdo que estudiando un día, en un acceso de vanidad juvenil, la historia de las alianzas de mi familia, me llamó la atención el singular nombre de Porhoet y que mi padre, muy erudito en estas materias, me lo alabó muchísimo.

¡Ah! respondió es usted demasiado niño si creyó abusar de una mujer que tenía la locura de amarle. Leo claramente sus maniobras, créame. Por otra parte, quién es usted... No estaba lejos cuando la señorita de Porhoet transmitió á la señora de Laroque vuestra política confidencia... ¡Cómo! ¿Usted escucha á las puertas, señorita?

Luego continuó la señorita de Porhoet; en cuanto á , señor, estoy acostumbrada á la indigencia, y me hace sufrir poco; cuando uno ha visto en el curso de una vida demasiado larga, un padre digno de su nombre y cuatro hermanos dignos de su padre, sucumbir antes de tiempo, bajo el plomo ó el acero; cuando uno ha visto perecer sucesivamente todos los objetos de su afección y de su culto, sería menester tener el alma muy pequeña para preocuparse de una mesa más ó menos abundante ó de un adorno más ó menos moderno.

Al oir estas enormes palabras, la señorita de Porhoet, aproximó vivamente á su barba puntiaguda las cartas desenvueltas en forma de abanico, que tenía en la mano, y enderezando su delgado talle, me miró á la cara para asegurarse primero del estado de mi razón; luego recobró su calma, por medio de un esfuerzo sobrehumano, y llevando á su afilada nariz un poco de polvillo de España: Me probará usted eso, joven me dijo.

Ella tiene una cabeza completamente suya. En fin, ¿qué es lo que me aconseja usted? ¿Me permitirá, señora, preguntarle cuál es la opinión de la señorita de Porhoet? Es una persona llena de juicio y de experiencia y que además le profesa á usted un gran cariño...

Gentleman, si le parece interrumpió la señorita de Porhoet con un acento severo. Gentleman continuó el señor Laubepin, aceptando la enmienda: pero es una especie de gentleman que no me gusta. Ni á dijo la señorita de Porhoet.

Ah, señor, ¡qué fortuna que no haya partido! Tome esta carta. Reconocí la letra del señor Laubepin. Me decía en dos líneas que la señorita de Porhoet estaba gravemente enferma y que me llamaba. No me tomé sino el tiempo necesario para mudar caballos y me arrojé en la silla, después de haber decidido á Alain, no sin trabajo, á que se sentara frente á . Entonces lo aturdí á preguntas.

Le hice repetir la noticia que me trajo y que me parecía inconcebible. La señorita Porhoet había recibido la víspera, de manos del señor Laubepin, un pliego ministerial, que le anunciaba que era puesta en plena y entera posesión de la herencia de sus parientes de España.

La señorita Helouin, más competente que yo en materias de poesía, ha debido decirle que los bosquecillos que cubren este país en veinte leguas á la redonda, son los restos de la antigua selva de Brocélyande donde cazaban los antepasados de su amiga la señorita de Porhoet, soberanos de Gaél, y donde el abuelo de Mervyn, que ve usted ahí, fué encantado, á pesar de ser él mismo encantador, por una señorita llamada Bibiana.

Los Borbones dijo la señorita de Porhoet, metiendo repetidas veces su aguja de tejer en su rubia peluca los Borbones son de buena nobleza, pero tomando repentinamente un aire modesto hay mejores añadió. Por lo demás, es imposible no inclinarse ante esta vieja niña, tan augusta, que lleva con una dignidad sin igual la triple y pesada majestad del nacimiento, de la edad y de la desgracia.

Palabra del Dia

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