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Actualizado: 29 de julio de 2025
Al cabo de cerca de una hora, recorría con extrema alegría la última hoja del legajo número 115, cuando vi entrar á la señorita de Porhoet arrastrando con trabajo un enorme paquete envuelto con bastante limpieza en una tela blanca. Buenos días, amable primo me dijo, habiendo sabido que trabajaba usted por mí esta mañana, yo he querido hacerlo por usted. Le traigo el legajo número 116.
Tal es mi voluntad. Joselina Juana, Condesa Porhoet-Gaél.» En el exceso de mi sorpresa, me había levantado por una especie de sacudimiento, é iba á hablar, cuando la señorita de Porhoet, reteniendo suavemente mi mano, la colocó en la de Margarita.
La señorita Margarita, que parece profesar á su vecina una especie de culto, ha querido asociarse á mi obra de caridad, consagrando á la basílica de los Porhoet un álbum especial que estoy encargado de llenar. He ofrecido además á mi anciana confidente, tomar parte en las diligencias, indagaciones ó cuidados de cualquier naturaleza que puedan serle suscitados por su litigio.
El doctor Desmarest, á pesar del respeto que profesa á la señorita de Porhoet, no deja de tomar partido en el número de los burlones; tanto más, cuanto que desaprueba formalmente el uso á que la pobre mujer consagra imaginariamente su quimérica herencia, á saber: la erección en la ciudad vecina, de una catedral del más bello y lujoso estilo, que transmitirá hasta el fin de los siglos futuros el nombre de la fundadora con el de una gran raza extinguida.
El gobierno español, obrando de una manera contraria á mi injusta desconfianza, no había vacilado en desempeñar la palabra del Rey Felipe, y en el momento mismo en que un decreto supremo acababa de abocar á la corona la sucesión inmensa de los Porhoet, por otro decreto la restituyó noblemente á su legítimo heredero.
Inútil es decir, que el bienaventurado legajo 116 no contenía, como los precedentes, sino el vano polvo de los siglos. A las doce en punto, la anciana señorita vino á tomar mi brazo y me condujo ceremoniosamente á un pequeño jardín festoneado de boj, que forma con un pedazo de la pradera contigua, todo el dominio actual de los Porhoet.
Para no hacer sospechar á la señorita de Porhoet la pérdida definitiva de su pleito, proseguía regularmente la exploración de sus archivos de familia. Descubría por intervalos en aquella selva de tradiciones y leyendas, rasgos de costumbres que despertaban mi curiosidad y transportaban por un momento mi imaginación á los tiempos pasados, lejos de la desconsoladora realidad.
Habrá dijo repentinamente la señorita de Porhoet con voz solemne, habrá un cabildo de canónigos regulares dedicados al servicio de esa iglesia. Todos los días á la hora de maitines se dirá, en la capilla particular de mi familia, una misa rezada por el reposo de mi alma y la de mis abuelos.
Le aseguro que no dejaba de hallarme conmovido, cuando comencé esta mañana, ante un imponente auditorio, la lectura de esta acta irrevocable. Por mi parte interrumpió la señorita de Porhoet no tenía una sola gota de sangre en las venas. La primera parte del contrato, era tan conveniente para el enemigo, que lo creí todo perdido.
Avergonzado de mi ridícula jactancia, y muy embarazado por las curiosas miradas que sobre mí había atraído, me incliné torpemente sin responder. Nuestro whist se acabó en un silencio profundo. Eran las diez, y me preparaba á retirarme, cuando la señorita de Porhoet me tocó el brazo. El señor intendente dijo, me hará el honor de acompañarme hasta la avenida. La saludé y la seguí.
Palabra del Dia
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