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Actualizado: 20 de julio de 2025


Pues los veinticinco duros que te dio para D. Carlos, se los has dado a ese Frasquito Ponte para que pague sus deudas, y vaya a comer de fonda, y se compre corbatas, pomada y un bastoncito nuevo... Ya ves, ya ves, bribonaza, cómo todo te lo adivino, y conmigo no te valen ocultaciones. Si yo más que .

Claro: se había ido a su tierra, huyendo de la furia de Ponte... pero él estaba decidido a no parar hasta descubrirle, y obligarle a cumplir como caballero, aunque se escondiese en el último rincón del Atlas. «Si venier galán bunito dijo el moro riendo tan estrepitosamente, que los extremos de su boca se le enganchaban en las orejas , dar él patás mochas.

Yo he visto dijo Ponte , la de D. José Salamanca en sus buenos tiempos. Figúresela usted más grande que esta casa y la de al lado juntas. Figúrese usted palmeras y helechos de gran altura, y piñas de América con fruto. Me parece que la estoy viendo. Y yo también. Todo lo que usted me pinta, lo veo.

Bueno, bueno... Pues ponte a trabajar para la averiguación de dónde está la tinaja llena de dinero. Yo vendré a sacarla, y como sea verdad, a casarnos tocan». Diciéndolo, recogía en su cesta los restos de comida para marcharse.

Y como quisiese Frasquito salir a la puerta le detuvo ella con una observación muy en su punto: «No salga usted, Ponte, que podría ser uno de esos gansos de la tienda que vienen a darme un mal rato. Que abra la niña. Celedonia, corre a abrir, y entérate bien: si es alguno que nos trae noticias de Nina, que pase. Si es alguien de la tienda, le dices que no estoy».

O no se convencía Ponte, o convencido de lo buena que sería para él la posesión de la peseta, le repugnaba el acto material de extender la mano y recibir la limosna.

No vus perdáis, muchachos; no vus perdáis dijo en tono conciliador el del herrero, interponiéndose. Ponte atrás, ¡coles! gritó el Majito . ¡Qué coles! Si no te pones atrás, verás... Que no me da la gana, hombre... Achúchale, achúchale dijeron algunos que querían ver reñir al Majito con el hijo del carbonero.

En su soledad, se recrearía discurriendo muy a sus anchas por la estufa, admirando las galanas flores tropicales, y aspirando sus embriagadoras fragancias. Fuese Ponte Delgado, despidiéndose con afectuosas salutaciones y sonrisas tristes, y tras él Benina, que apresuró el paso para alcanzarle en el portal o en la calle, deseosa de echar con él un parrafito.

Ahora ven aquí, so canalla; ya que eres tan susceptible, ¿no consideras que has principiado diciéndome una grosería?... ¡Hora y media!... ¿Y qué?... Acércate, ponte de rodillas; deja que te tire un poco de los pelos. El joven, en vez de hacerlo, agarró una silla-fumadora y se montó en ella frente a su querida.

Puedes estar tranquilo, dijo Jacobo sonriendo, ¡La última bala será para ! Pues bien, ponte esa caja al hombro como la traía Dougall y vámonos. Jacobo se volvió entonces hacia Tragomer y antes de pasar la puerta de aquella miserable prisión donde tanto había sufrido, se arrojó en los brazos de su amigo y dijo: Suceda lo que quiera, gracias, Cristián. Está bien, respondió Tragomer.

Palabra del Dia

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