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Actualizado: 17 de julio de 2025


Dispénseme usted que le haya dado la noticia así tan de repente... Yo no pensaba... ¡Pobrecilla! ¡Si usted supiera lo buena que era aquella criatura! dijo llevándose el pañuelo a los ojos. Luego ha sido uno de los pocos seres que en el mundo me han querido de veras... ¡Pocos seres!... Yo creo que se equivoca, hermana.

Sin embargo, no se olvidaba del tiempo que había pasado lejos; las páginas donde expresaba la dulzura de su nueva vida estaban todavía llenas de los recuerdos de la antigua. «A esta hora están mis compañeras en el jardín. Sor Ana se pasea en torno de la fuente, leyendo en ese libro que jamás termina, cuidando la pobrecilla a sus hijitas.

Soledad, por el momento, no tuvo ojos sino para esta madre complaciente. ¡Alcahueta! ¡asquerosa! murmuró con ira reconcentrada. Lo que buscas es enredar á Velázquez para que se case con tu hija. ¡Claro, como es rico, para él todo son mimos! ¿Qué te importa que una pobrecilla quede deshonrada y á la clemencia de Dios? Dos lágrimas saltaron á sus ojos que se secaron al instante.

Bien dice mi mujer que no hay otro más salado. La pobrecilla me quiere con delirio... y yo a ella lo mismo, como es justo.

Deseaba la muerte, la llamaba... ¡Ah, pobrecilla!... ¡Ah, señores!... Y me mandó afuera, me mandó... para estar libre... ¡para que no se lo leyese en la cara! ¡Ah, si hubiera estado junto a ella!... ¡Cuántas veces, pobrecita, cuántas veces, rogó a Dios que la hiciera morir!... ¡Y se ha matado!... repetía con voz aún más afligida, como si hasta ese momento hubiera podido dudar y esperar, y de repente recibiera la confirmación indudable de semejante desgracia. ¡Se ha matado!... ¡Está muerta! ¡Señor! ¡Señor!...

Cuando ya clareaba el día, sintió ruido en la casa; mas al punto comprendió lo que era. «Ya está en pie la rata eclesiástica. Ahora se va a oír siete misas lo menos... y a tratar de a la Santísima Trinidad. ¡Pobrecilla, qué sacará de eso!... Pero en fin, saque o no saque, es una felicidad ser así...». iv

Era doña Rebeca menuda y nerviosa, de voz estridente y semblante anguloso; fuese hacia Carmencita a pasitos cortos y saltarines, la tomó por ambas manos, y de tal manera la miró, y con tales demasías le apretó en las muñecas finas y redondas, que la pobrecilla rompió en amargo llanto, toda llena de miedo.

«La pobrecilla dijo al fin , tiene una pasión que la domina, mejor dicho, una manía que la trae trastornada». ¿Qué es? La manía de los hijos. Dios no quiere y ella se empeña en que . De la pena que le causa su esterilidad, se ha desmejorado, ha enflaquecido, y hace algún tiempo que se está llenando de canas. Es ya pasión de ánimo. ¿Te enteraste de lo que pasó? Pues le dieron el gran timo.

Calló un momento, y cambiando el curso de sus ideas, añadió: Reconozco, sin embargo, que su conducta es hermosa. ¡Qué generosidad la de las mujeres cuando creen llegado el momento de ofrecer!... Su padre le inspira gran miedo por sus cóleras, y sin embargo se queda una noche fuera de casa con uno á quien apenas conoce y en el que no pensaba á media tarde... La nación siente gratitud por los que van á exponer su existencia, y ella, la pobrecilla, desea hacer algo también por los destinados á la muerte, darles un poco de felicidad en la última hora... y regala lo mejor que posee, lo que no puede recobrarse nunca.

Aquí me tienes, clavada en el butaque, sin poder dar un paso; sin poder ayudar a tu tía. ¡La pobrecilla, que no para! Y yo que en nada le aligero el trabajo; antes, al contrario, le doy quehacer. ¡Estos nervios, hijo! Cuando dijo esto me hizo una señal de inteligencia, como indicándome que la engañaban, que ella no creía nada de cuanto le decían acerca de su enfermedad. Que te pongan la cena.

Palabra del Dia

buque

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