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Actualizado: 9 de julio de 2025
La criatura, que no apartaba sus ojos rientes de Nébel, le dijo ¡sí! en pleno rostro, puesto que a él debía su respuesta. Muy bien: entonces hasta el lunes, Nébel. Nébel objetó: ¿No me permitiría venir esta noche? Hoy es un día extraordinario... ¡Bueno! ¡Esta noche también! Acompáñalo, Lidia.
Las gentes que perdían su dinero en el Casino guardaban un mal recuerdo; pero ¿dónde encontrar una ciudad más tranquila, plácida y limpia, con su temperatura primaveral en pleno invierno?... Todo el mundo pasa por aquí: mucho pillo, pero también se ven gentes ilustres y puede uno gozar de una sociedad distinguida.... Yo apenas juego, y por esto aprecio la hermosura del país.
Tal alucinación en pleno día era señal de mi estupidez, por lo cual, burlándome de mí propio, seguí mi camino. Pasando bajo la imagen, contemplaba el jirón de la cometa, cuando me detuve de nuevo, porque un objeto rozó mi cara, produciéndome escalofrío. El jirón de papel se había desprendido de la imagen, cayendo sobre mi. ¡Vean ustedes lo que es el estado del ánimo!
Y para que más pleno concepto se haga de lo que se despreciaba á sí mismo, referiré sólo un caso, digno singularmente de tenerse en eterna memoria, y lo he sabido de sujetos de la Compañía, que fueron testigos de vista.
Ojeda dejábase vencer de nuevo con cualquiera de estos incidentes. Al llegar a tierra sería otro hombre, recobraría su fidelidad; pero aquí estaban en pleno Atlántico, y ¡quién sabría nunca lo que ocurriese!... Había que entregarse a su destino; seguir las sugestiones irresistibles del «gran impuro». Y Maud la dominadora le veía otra vez sujeto a su encanto atormentador.
La máquina asombrosa del Universo estaba formada para sustentar sus títulos indiscutibles al dominio pleno de los Praducos, caserío situado a media legua de la villa, y al directo que poseía sobre el de las Meanas, con un canon anual de ciento quince ducados. Esta conciencia clarísima de su derecho engendraba, no obstante, por exceso de claridad, algunos conflictos.
La reunión fue en el gran comedor de Eritaña, un salón en pleno jardín, con decorado de arábiga vulgaridad, pobre imitación de los esplendores de la Alhambra.
No falta más que perfilarlo, darle la última mano, y ponerlo bien clarito en las leyes, tal como lo está en nuestras costumbres». »Ahora bien, señores, si esto no os gusta, empecemos por renovar la sociedad toda. Hagamos una revolución para destruir el comunismo, y esto es lo práctico, porque hacer revolución por establecerlo es como si encendiéramos el gas de las calles en pleno día.
¡Lagarto! ¡lagarto! murmuraban, entornando los ojos para no ver lo que estaba sobre sus cabezas. Otros, ni aún valiéndose de este conjuro se atrevían á pasar adelante, y en pleno invierno, con las manos en la faja y echando chorros de vapor por la boca, preferían mantenerse fuera, esperando que Friterini, el criado del boliche, les sacase los vasos.
Ya no podía bastarle poseer a Cristeta como a una mujer cualquiera; quería saber si aún era amado de ella; aquilatar qué clase de afecto profesaba a su marido, o lo que fuese; obtener pleno conocimiento del origen del niño; en fin, salir de dudas. La frívola pertinacia del galanteador de oficio, la tenacidad irritante del mujeriego afortunado, habían cedido el puesto a móviles más serios.
Palabra del Dia
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