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Actualizado: 1 de julio de 2025
Según sus piadosos compañeros de sexo, debía andar más allá de los sesenta años, y sin embargo tenía el atrevimiento de rasurarse la cara lo mismo que un muchacho casadero, en vez de dejarse crecer la barba como toda señora decente que ha dicho adiós á las vanidades mundanas y sólo piensa en el gobierno de su casa.
«Y Ana, que pasaba por hija predilecta de confesión del Magistral, por devota en ejercicio, se había presentado en el teatro en noche prohibida, rompiendo por todo, haciendo alarde de no respetar piadosos escrúpulos, pues precisamente ella no frecuentaba semejante sitio.... Y precisamente aquella noche...».
Aquel rayo de luz le recordaba los rayos místicos de las estampas de los libros piadosos; él había visto en pintura que a los santos reducidos a prisión, y aun en medio del campo, les solían caer sobre la cabeza rayos de sol por el estilo del que le estaba molestando. No era idólatra, pero creía en el Hacedor Supremo y en su justicia, que tenía por principal alguacil la conciencia.
Refirió de su profesor en la clínica de Santiago, que al entrar en el cuarto de las parturientas y ver la estampa del santo con sus correspondientes candelicas, solía gritar furioso: «Señores, o sobro yo o sobra el santo.... Porque si me desgracio me echarán la culpa, y si salimos bien dirán que fue milagro suyo...». Contó también algo bastante grotesco sobre rosas de Jericó, cintas de la Virgen de Tortosa, y otros piadosos talismanes usados en ocasiones críticas.
Esta comitiva se componía del cura y de algunos católicos piadosos, hermanos de la cofradía del Santísimo Sacramento, que presididos por Manuel, iban a llevar a un cristiano moribundo, con los últimos Sacramentos, los últimos consuelos del cristiano.
Era una antigua iglesia, reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en los más pequeños detalles acusaba gustos de distintas épocas o caprichos de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pié aquella amalgama en que parecían haber tomado cuerpo los desvaríos de un arquitecto loco.
Ambos fueron justos, ambos valientes y generosos, piadosos y clementes, en ambos lucieron las dotes que distinguen á los grandes reyes, y sin embargo ni el uno ni el otro lograron hacer época en los anales de la civilizacion árabe-hispana.
Lituca, si se hallaba presente, salía al quite de la impertinencia con una broma algo forzada en que me aludía a mí con los piadosos fines de que rematara ya la suerte para tranquilidad de mi tío.
Como el testamento no se encontró entre los escombros, o si se encontró lo inutilizaron hábilmente Bragas y los de la curia, quedáronse en ayunas López y los señores eclesiásticos, que también tenían sus cinco sentidos en las mandas de misas y legados piadosos.
Aquella Virgen solitaria, de mejillas y pies rosados, de ojos cándidos y piadosos, recibiendo como única adoración el triste chisporroteo de la lámpara, infundía en el alma tierna y amorosa devoción. El silencio era grande. Las sombras descendían del techo por intervalos y cubrían con tupido manto alternativamente el altar, el confesonario, la Virgen y el pavimento.
Palabra del Dia
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