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Actualizado: 30 de abril de 2025


A consecuencia de una miseria y escasez grandes, se desarrolló una peste que causó innumerables estragos. ¿Y se creerá que á pesar de ser el pueblo de Torquemada uno de los mas invadidos por la epidemia, no bastasen los ruegos del cardenal á que continuara la reina su camino?

»Por lo cual, levantando en alto aquesta cruz que aquí ves, nos azotamos ásperamente muchas veces al pie de ella, pidiendo á Dios misericordia y perdón de nuestras culpas: cesó al punto la pestilencia, de suerte que desde aquella hora en adelante no murió ninguno de los tocados de la peste, y ninguno de los sanos enfermó del contagio; y una noche estando presentes muchos del pueblo que lo vieron, bajó del cielo un mancebo bellísimo con el rostro muy resplandeciente, y postrado en tierra la adoró; desde entonces tenemos nosotros en gran veneración á este santo madero, y deseamos abrazar cuanto antes la fe de JesucristoHasta aquí el buen cacique.

Y aquel hijo que ella tenía llegaría a ser un hombre, y a saber que era rico, muy rico, y tal vez a envanecerse, y de seguro a rozarse con la peste tramposa y desvergonzada que todo lo corrompía; y, sin embargo, no quería ella hacer de su hijo un ignorante droguero, porque valía para mucho más y debía serlo. ¡Qué pulso, qué tino, qué vigilancia había que tener con él para que el diablo no le conquistara!

Muy cierto es ello, y también que apenas nos habíamos puesto en guardia nos separaron el maldito preboste y sus hombres de armas. Á quienes la peste se lleve por entremetidos. Pero como quedamos en aclarar el punto en nuestra próxima entrevista, y veo que llevas puesta la espada, en guardia, Reno amigo y á quien Dios se la ....

La segunda Reducción que se fabricó fué la de San Rafael, distante de la otra diez y ocho días de camino hacia el Oriente, escogiendo y señalando el sitio para ella los PP. Juan Bautista de Zea y Francisco Hervás, á fines de Diciembre del año de 1696 y trayendo á ella algunos Tabicas y Taus y otros que habían ya prometido al P. Arce que abrazarían nuestra santa ley, llegaban á mil las almas, aunque la peste que hubo luego se llevó gran parte de ellos; con que á instancia de los mismos indios se volvió esta Reducción á su antiguo sitio, que era muy á propósito para el intento de los nuestros, que deseaban establecer el comercio de estas Reducciones con las de los Guaranís por el río Paraguay.

La poblacion de San-Ramon, totalmente itonama, se componia, en 1804, de cuatro mil doscientos cinco individuos, en 1808, de cuatro mil cincuenta y cinco; pero una peste de viruelas vino á destruir gran parte de ella reduciéndola á solo mil novecientos ochenta y cuatro.

No nos atrevimos á preguntar á estos indios muchas cosas, porque éramos pocos, y ellos gran número; y el pueblo era tan grande, ancho y largo, que no otro mayor, ni mas populoso en todas las Indias: y juzgo nos fué de mucha utilidad la peste, que si no la hubiera, escapáramos dificultosamente de tanta multitud.

Solo en la segunda mitad del siglo XIV visitó cuatro veces la escuálida y mortífera peste la floreciente region de Andalucía: la primera vez hizo presa real matando sobre Gibraltar al orgulloso vencedor de Benamarin; las otras tres produjo tan grande mortandad, que para repoblar el reino yermo de gente, fué preciso revocar en el año 1400 la ley antigua que prohibia á las mujeres contraer nuevas nupcias antes de cumplir el año de viudez.

Basta recordar que la peste humana, que puede ser detenida con sólo matar ratones desde que se ha encontrado su bacilo, aniquiló la cuarta parte de la población de la Europa, cuando las epidemias eran combatidas con rogativas y procesiones, en el siglo XIV.

Rezábase entonces por cuanto es posible rezar en este mundo y en el otro, por las ánimas del purgatorio, por el Santo Ángel de la Guarda, por el santo de su nombre, por los caminantes y navegantes para que Dios los conduzca á puerto de salvación, á San Roque bendito, abogado de la peste, por la paz y concordia entre los príncipes cristianos, etc., etc., terminando siempre con un Padre-nuestro á todos los santos y santas, ángeles, serafines, tronos y dominaciones de la corte celestial, para que nos ayuden en la hora de la muerte.

Palabra del Dia

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