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Actualizado: 29 de junio de 2025
Nada, ni se movió, ni chistó. ¡Si las cosas no pintan mejor en junio, te juro que me regalo una bala, como hay Dios! Quilito repuso: No tengas cuidado, que ya pintarán mejor. Me admira tu confianza y tu frescura exclamó el primo, porque si a mí me llega el agua a la cintura, a ti te debe subir hasta el pescuezo; ¿qué vas a hacer con el portugués?
Por fin de fines, los pícaros impuestos subsistieron y, entre gruñido y refunfuños, hubo de pagarlos todo aquel que, teniendo ley a su pescuezo, no ambicionara ponerlo en relaciones íntimas con el verdugo.
Corriente; pero sucede que no existe ese hijo, y que tampoco me dijo usted si la falta de él puede sustituirse con... algo. ¿Con qué, Marcelo? ¿Con qué? Y aquí el bendito de Dios erguía su cabeza, alargando el pescuezo descamado y rugoso y devorándome con los ojos anhelantes.
Estamos obligados a andar a caballo una vez cada mes, aunque sea en pollino, por las calles públicas, y a ir en coche una vez al año, aunque sea en la arquilla o trasera; pero si alguna vamos dentro del coche, es de considerar que siempre es en el estribo, con todo el pescuezo de fuera, haciendo cortesías por que nos vean todos, y hablando a los amigos y conocidos aunque miren a otra parte.
Al día siguiente recuperó las botas, pero nada más, mientras la muchacha compensaba la desnudez de su pescuezo con incesantes cigarros despreciativos. Podeley ganó, tras infinito cambio de dueño, el collar en cuestión, y una caja de jabones de olor que halló modo de jugar contra un machete y media docena de medias, quedando así satisfecho. Habían llegado, por fin.
Los gruesos dedos hicieron presa, y salió a luz, cogido del pescuezo, un cachorro blanco, con las patas extendidas, el rabo enroscado por los estremecimientos del miedo y lanzando su triste ñau ñau, como quien pide misericordia.
Ya le he dicho á usted que tuviera mucho cuidado con este fenómeno del chico. ¡Tanto estudiar, tanto saber, un desarrollo cerebral disparatado! Lo que hay que hacer con Valentín es ponerle un cencerro al pescuezo, soltarle en el campo en medio de un ganado, y no traerle á Madrid hasta que esté bien bruto.» Torquemada odiaba el campo y no podía comprender que en él hubiese nada bueno.
Entonces, ¿por qué me llamaba usted con la mano hace poco? ¡Qué gracioso! ¡Ni que fuera usted perrito! Si fuera perrito, ¿sabe usted lo que haría en este momento? ¿Qué? La lamería la cara. Hombre, ¿sabe usted lo que haría yo con usted entonces? Vamos a ver. Le cogería por el pescuezo y le tiraría a la carretera. No lo creo.
Sonó un chasquido como si se rompiese algo, y dos chorros de humo blanco comenzaron a surgir sobre el cuello del animal. Con la luz del sol no se veía el fuego, pero los pelos desaparecían chamuscados y una mancha negra extendíase sobre el pescuezo.
Pues á ese zángano que te corteja profirió Plutón dirigiéndose bruscamente á Demetria nadie le corta el pescuezo más que yo. Demetria le miró estupefacta con más sorpresa que indignación. Flora volvió á dar suelta á su risa. ¿Sabes lo que digo? manifestó al cabo encarándose con Plutón.
Palabra del Dia
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