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Mataron muchos los marineros por su cuero, que la carne es hedionda, y casi toda grasa sin magro. El Padre Cardiel tuvo la curiosidad de medir algunos, y eran los mayores como vacas de tres años: la figura es de los demas lobos marinos; cabeza y pescuezo como de terneros, alones por manos, y por pies dos como manoplas, con cinco feos dedos, los tres con uñas.

Hubo un momento en que enderezando el cuerpo sobre el asiento, soltó el periódico y se irguió, a modo de caballo viejo que ha guerreado mucho y se engalla y estira el pescuezo al percibir ruido de trompetas lejanas. ¡Oh, memoria, qué dulces recuerdos trajiste! ¡Oh, fantasía, cómo los poetizaste!

Tres son ruritanos, uno francés, uno belga y el otro compatriota de usted. Y todos ellos dispuestos a cortarle el pescuezo a cualquiera, si el Duque se lo manda. Quizás me corten el mío se me ocurrió decir. Es muy posible asintió Sarto. ¿Quiénes son los que están aquí, Tarlein? De Gautet, Bersonín y Dechard. ¡Los extranjeros! Es más claro que la luz del día.

En lugar de huir, como se lo había prevenido su madre, entró muy erguido de cresta y cola; pero uno de los galopines le echó el guante y le torció el pescuezo en un abrir y cerrar de ojos. «Vamos dijo , venga agua para desplumar a este penitente.» «¡Agua, mi querida doña Cristalina! dijo el pollito , hazme el favor de no escaldarme. ¡Ten piedad de

¿Qué busca, doctor? dijo una voz a mi izquierda, que reconocí por la de uno de mis compañeros de viaje. ¡Psit! Trato de echar mano a este maldito gallo que no nos deja dormir y retorcerlo el pescuezo. Pido a usted mil perdones, señor, pero la culpa la tiene mi muchacho, a quien encargué anoche me colocase el gallo en sitio seguro; el animal lo ha traído aquí. ¡Ah! ¿con qué es suyo?

Apaséalos dice en tono grave el perito. Antón Perales hace caminar sus novillos un corto trecho, al son de las alegres campanillas que les adornan el pescuezo. Ahora, hacia abajo ... añade el primero. ¡Oooó, joois! canturria, luego que el vendedor le ha complacido, para indicarle que pare ya. Lo que toca al particular dice la mujer, á quien no le cabe ya la lengua en la boca, no tienen tacha.

Mire que ya va para viejo; mire que el mejor día se pone delante la de la cara pelada, y a ésta que no le da usted el timo. ¿Pero de dónde sacas , estampa de la sura replicó Torquemada con ira, agarrándola por el pescuezo y sacudiéndola, de dónde sacás que yo soy malo, ni lo he sido nunca? Déjeme, suélteme, no me menée, que no soy ninguna pandereta.

Con la mano izquierda había Juanita agarrado a don Andrés por el pescuezo para que no levantase la cabeza, y con la mano derecha tenía asido su siniestro brazo. Juanita estaba así tan guapa, que se parecía, aunque sin alas, al propio arcángel San Miguel dando una soba al diablo. Don Andrés la contemplaba con tal embeleso, que apenas sentía enojo de verse vencido.

Después de bien cosida a puñaladas, le cortó la cabeza segándole el pescuezo, y como si aún no fuera bastante sevicia, la acribilló con cruelísimas e inhumanas cosquillas, acompañando sus golpes de estas feroces palabras: «¡Qué guasoncita se me ha vuelto mi nena!... Voy yo a enseñar a mi payasa a dar bromitas, y le voy a dar una solfa buena para que no le queden ganas de...».

Estando en forma de penitente con vela verde en la mano y soga de esparto al pescuezo, se le leyó su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue gravemente advertido, reprendido y conminado y condenado en tres años de Galeras y doscientas libras.