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Las primeras escenas representan las calaveradas de Leónido, joven libertino de Palermo, que, al parecer, inclinado á la perversión y como si tal fuera su propósito, demuestra querer apurar la copa del vicio.

Cuando mi madre, que es buena y me ama, encuentra en no qué levadura, no se qué germen de perversión, no qué mancha más negra del pecado original que en las demás criaturas, razón tendrá mi madre.

Nadie la desprecia sin que le llamen loco, a ninguno que la logra se le considera necio; de unos se deja conseguir por la astucia, a otros se somete por capricho, los más se arrojan a conquistarla, los menos procuran merecerla: es tal su perversión que gusta de que la tomen por fuerza, y es tan grato su imperio y son tan dulces sus halagos que luego de poseída no hay debilidad en que el animoso no incurra por conservarla, ni fortaleza que el apocado no intente por no perderla.

Este afán de separarse de la corriente, de romper toda regla, de desafiar murmuraciones y vencer imposibles y provocar escándalos, no era en ella alarde frío, pedantesca vanidad de mujer extraviada por lecturas disparatadas; era espontánea perversión del espíritu, prurito de enferma. Mucho perdió el primo Sebastián con aquella restauración de la iconoteca familiar.

Muchos síntomas de la cina representan una fiebre intermitente de tipo cotidiano. El calofrío precede siempre al calor, y es poco intenso. La perversion del apetito se manifiesta en la cina por la sensacion de hambre que sobreviene inmediatamente despues de los vómitos.

Alzaba altivamente la frente, gritándole con arrogancia desesperada: ¡Pues bien! Yo le he matado... ¿Qué quieres? ¡Tu nombre de conciencia no me asusta! Eres apenas una perversión de la sensibilidad nerviosa. Puedo eliminarte con un poco de agua de azahar.

Y venía entonces de perilla una larga imprecacion, una arenga, una declamacion contra la perversion de las buenas costumbres, de ahí la necesidad de erigir un tribunal militar permanente, «la declaracion del estado de sitio dentro del estado de sitio ya declarado, una legislacion especial, represiva, enérgica, porque es de todo punto necesario, ¡es de imperiosa urgencia hacer ver á los malvados y criminales que si el corazon es generoso y paternal para los sumisos y obedientes á la ley, la mano es fuerte, firme, inexorable, severa y dura para los que contra toda razon faltan á ella é insultan las sagradas instituciones de la patria!

Hablaban mal de Ana Ozores todas las mujeres de Vetusta, y hasta la envidiaban y despellejaban muchos hombres con alma como la de aquellas mujeres. Glocester en el cabildo, don Custodio a su lado, hablaban de escándalo, de hipocresía, de perversión, de extravíos babilónicos; y en el Casino, Ronzal.

Alicia estaba casi tendida en los cojines, mirando los platos con inapetencia, y sólo avanzaba un brazo perezoso sobre los manjares más raros y de sabor ardiente, demostrando la honda perversión de su paladar.

Pero Ana se iba al cielo: Ana, que jamás hubiera puesto a aquel turbulento mancebo de señor de su alma apacible, como un palacio de nácar; pero que, por esa fatal perversión que atrae a los espíritus desemejantes, no había visto sin un doloroso interés y una turbación primaveral, aquella rica hermosura de hombre, airosa y firme, puesta por la naturaleza como vestidura a un alma escasa, tal como suelen algunos cantantes transportar a inefables deliquios y etéreas esferas a sus oyentes, con la expresión en notas querellosas y cristalinas, blancas como las palomas o agudas como puñales, de pasiones que sus espíritus burdos son incapaces de entender ni de sentir. ¿Quién no ha visto romper en actos y palabras brutales contra su delicada mujer a un tenor que acababa de cantar, con sobrehumano poder, el «Spirto Gentil» de la Favorita?