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Actualizado: 28 de junio de 2025
El pobre niño tuvo que experimentar no sólo un trabajo excesivo, superior a su edad, sino una serie de castigos crueles, malévolos, refinados. Y D.ª Filomena, que era la dulzura personificada, que jamás había levantado la mano sobre su hijo, consentía impasible que aquel hombre lo azotase despiadadamente. Acallaba su conciencia diciéndose que era para su bien.
En su palabra, una música seductora que embelesa los entendimientos y ensordece la voz del deber en la conciencia. Según mi madre, tu tío es la maldad personificada, el dechado de la irreligión, un rebelde contra Dios, de quien conviene apartarse para no contaminarse. En resolución, cuanto mi madre ha dicho de tu tío debiera infundirme hacia él un odio, una aversión grandísima.
No miento, Catalina, no miento; yo te amo, yo te adoro, yo te venero... ¡Dios lo sabe! Y Quevedo no mentía. Amaba con toda su alma á la condesa. Pero amaba más á su ambición. Su ambición estaba personificada en el duque de Osuna, y Quevedo servía al duque en cuerpo y alma.
Por suerte, hanos acorrido la sacra amistad, personificada en Adelina Gurrea, gentil poetisa insular, morante ahora en España, y en dos ilustres directores de periódico, que son algo más que periodistas: José María Romero Salas, de "El Mercantil", de Manila en esta oceánica ciudad conocido, entre literatos, por "El Maestro", y Joaquín Pellicena Camacho, eximio periodista en España.
D.ª Teodora había cambiado de sitio ya varias veces: corriose hacia adelante, se fue después hacia un lado; todo inútilmente. Donde quiera que iba, sentía los pies de Osuna entre las enaguas. Y al sentirlos, una ola de rubor encendía sus frescas mejillas, se estremecía como una zagala de catorce años. En ninguna mujer se conservó nunca más delicado y vidrioso el pudor virginal. Algunas conversaciones, hoy corrientes, la ofendían: no se podía aludir en su presencia ni directa ni indirectamente a ciertos asuntos escabrosos. No decía nada, porque era la prudencia personificada y de tímido natural; pero se la veía ruborizada, inquieta, con ganas de retirarse. Tan limpia y tan pulcra era de cuerpo como de alma. Le gustaba vestir con elegancia y cuidaba con refinamientos, no usados en Peñascosa, de su persona. Los que la conocieron de niña, decían que no había sido bonita, sino pasable, y que ahora, con sus cabellos blancos, sus carnes frescas y mejillas sonrosadas, estaba más guapa que nunca, ¿Por qué se había quedado soltera D.ª Teodora, poseyendo una figura agradable y un regular caudal? Se decía que sostuvo amores muy finos y románticos con un teniente de Arapiles que pereció en la acción de Ramales. La víspera de la batalla se había despedido de ella, por medio de una carta escrita sobre un tambor: el corazón le decía que al día siguiente «una bala traidora cortaría el hilo de su existencia, pero que moriría con el nombre de Teodora en los labios.»
A vuestra generación toca impedirlo; a la juventud que se levanta, sangre y músculo y nervio del porvenir. Quiero considerarla personificada en vosotros. Os hablo ahora figurándome que sois los destinados a guiar a los demás en los combates por la causa del espíritu. La perseverancia de vuestro esfuerzo debe identificarse en vuestra intimidad con la certeza del triunfo.
Palabra del Dia
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