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Actualizado: 9 de mayo de 2025


En tal momento se alzó de su silla el médico de las minas, y después de pasear su negra mirada agresiva por los comensales, alzó una copa y dijo: El egregio duque de Requena nos acaba de decir, con una modestia que le honra, que el secreto de su fortuna estaba simplemente en el trabajo y la honradez. Permitidme que lo dude.

¿Pero sabéis quien le ha matado? ¡! ¿Lo sabéis? Permitidme que no lo diga; su nombre... Os lo diré yo, porque ninguna parte tengo en su muerte. ¿Qué decís? Que le ha matado el tío Manolillo, el bufón de... el rey. ¿Lo sabíais? Pero yo creía que le había matado por distinta causa. ¡Cómo! señora, ¿creéis que yo he mandado la muerte de ese hombre?

Amén agregó doña Inés, más devota que burlona. Para servir mejor a mi Dios continuó el fraile, permitidme que me retire a mi habitación... No tenéis por qué incomodaros acompañándome, joven duque; yo conozco el aposento que me destináis y puedo ir solo y abrirlo, con la gracia de Dios, llave que abre todas las puertas. Buenas noches. Buenas noches, padre repuso a coro la compañía.

La conozco bien. Allí está el monasterio con su vieja torre parda. Permitidme que una moneda al venerable ermitaño que allí véis, sentado en aquella piedra junto al camino. Suspendió el anciano sus preces para aceptar la dádiva del arquero. Soldados sois á lo que veo, hijos míos, y mis oraciones os acompañarán en vuestras empresas. De España venimos, reverendo padre, dijo Tristán.

Respondióle Zadig lo mismo que acerca del ministro de hacienda. Señor, dexadlo á mi cargo; pero permitidme primero que disponga de todas las riquezas que se expusiéron en la galería de la tentacion, y no dudeis de que os daré buena cuenta de ellas, y no perderéis un ardite.

Buenos tiros de ballesta han visto mis ojos, contestó Simón, pero permitidme deciros, camarada, que comparando vuestra arma con el arco me parece una bicoca propia de mujeres, que pueden dispararla con tanta facilidad y tanto acierto como vos. Mucho habría que decir sobre eso, repuso bruscamente el flamenco.

Moví la cabeza, y pensé que a ser yo serpiente, seguramente rehusaría hallarme en semejante situación. Permitidme proseguí, he estudiado ese animal en mi historia natural, y nunca he visto que tuviese la costumbre de cobijarse en el seno de nadie.

Permitidme, señor, que encabece este humilde trabajo con el nombre ilustre y querido de un hombre que ha consagrado toda su vida a la causa del progreso; de un padre que ha ofrecido sus dos hijos a la liberación de Italia; de un amigo que se ha apresurado a darme una prueba de simpatía al siguiente día de Gaetana.

En la leonera que tenía por vivienda y que era una caverna de disputas, se oía su voz declamatoria, diciendo estas o parecidas cosas: «... porque, señores, a todas horas estamos viendo que, unidas en fatal coyunda las enfermedades diatésicas, determinan la depauperación general, la propagación de los vicios herpético y tuberculoso, que son, señores, permitidme decirlo así, la carcoma de la raza humana, la polilla por donde parece marchar a su ruina...». O bien, elevándose a lo teórico, gritaba: «Reconociendo, señores, la revolución que las ciencias naturales, y especialmente la Química, han hecho en la materia médica moderna, no conviene afirmar que la Química, señores, forma un sistema médico por sola, porque antes que las leyes químico orgánicas están las leyes vitales.

Pues vestíos, vestíos, doña Clara; dentro de poco vendrán por vos y por vuestro esposo, el conde de Olivares representando al rey, la duquesa de Gandía representando á la reina, como que son vuestros padrinos. Además, permitidme un momento y doña María salió y volvió á entrar trayendo un cofrecillo en las manos , la reina me encarga que os prendáis estas joyas que os regala.

Palabra del Dia

hociquea

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