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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Me daba vergüenza mi debilidad, pero verdaderamente dudaba de mi valor... ¡Yo no! Pero sufrir por nada, por gusto, no me parece necesario. Está dicho, se ha torcido usted un pie... ¡Bah! bastará una simple rozadura. Bien; así no tendrá usted necesidad de médico; nada más que una compresa y un bastón... Permítame usted que le ofrezca el mío; no es elegante, pero es sólido, como su dueño.

Permítame usted, Moreno... ¡Es que todas las religiones tienen sus milagros!... Permítame usted, Moreno; el mundo sería... ¡Es que, amigo Oliveros, todas las religiones tienen sus milagros! ¡Pero permítame usted, Moreno! el mundo sin religión sería... ¡Es que... Cada cual, enamorado de sus proposiciones juzgándolas de todo punto incontrovertibles, no quería escuchar siquiera las del contrario.

Si se siente más cerca que él, calcule de nuevo lo que le queda por hacer y los acobardamientos valdrán más, desde el punto de vista moral, que no las vanidadesPermítame que le muestre algunos extractos de cartas de Agustín y suponiendo mis contestaciones le será fácil comprender el espíritu general de nuestra correspondencia y verá usted más exactamente cuáles eran entonces su vida y la mía.

Dijo: Entonces permítame que la sirva... ¿No era así como hacíamos cuando usted era la querida Teresita? Con mil precauciones y cuidando de no tropezar con nada para no despertar al señor Aubry, transportó la mesa y se puso a manejar hábilmente los diversos utensilios, preparando el y cortando los asados. ¡Qué diestro es usted! observó María Teresa. ¿Le sorprende?

No quiera usted que me case vestida de luto; permítame poner un intervalo entre el tiempo venidero que usted vaticina tan dichoso y el pasado que tantas lágrimas me hace derramar. Mientras tanto, ya que le han de servir de molestia mis cuidados, ¡Dios mío! ¡quién habría podido suponerlo! he trazado ya mi plan y se lo voy a exponer, decidida a llevarlo a la práctica si me da su aprobación.

Observo, señora condesa, que pasa con esa como con las otras hizo observar tranquilamente el notario tomando un polvo de rapé; siempre las echa usted de menos cuando se han marchado, y tiene usted razón. Permítame usted no ser absolutamente de su opinión dijo tímidamente el cura; esa joven, seguramente apreciable, tenía un defecto capital para una familia católica: su herejía.

Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes filiales. Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es preciso que yo le hable... Después, veremos.

¡Oh! no, señora, no prosiga usted... es suficiente con lo que me ha dicho... Me conmueve su interés hacia y los sentimientos que lo han inspirado... mas comprenderá que, cuestión tan grave como la que tratamos, no puede resolverse en un momento de enternecimiento... Permítame que medite sobre estos puntos con la calma que es de razón... Mi trabajo está ya terminado... aún puedo disponer de algunos días... Mi intención, que puede usted comunicar a su amiga, es consagrarlos a hacer un corto viaje al extranjero... una excursión a Suiza... Insisto más que nunca ahora en mi resolución, porque tengo necesidad de la ausencia para fijar mis ideas... Pienso partir mañana...

¡Dios mío! señora dijo el jefe de negociado , si es una simple definición lo que usted pide, no tardaré en estar en la cama. Los licenciados de presidio son aquellos que ya han cumplido su condena. Permítame usted que le bese la manó y me despida. ¡Cómo! ¿Eso es todo? Absolutamente. Y tenga usted en cuenta que yo soy, en Francia, el hombre que mejor conoce a esas gentes.

Los dos corazones, que según mi opinión, son dignos el uno del otro, no han podido aproximarse sin entenderse: pero ese extravagante acontecimiento, cuyo teatro romántico ha sido la torre d'Elven, confieso que me desconcierta enteramente. ¡Qué diantre! querido joven, saltar por la ventana, á riesgo de romperse la cabeza, era, permítame que se lo diga, una demostración muy suficiente de su desinterés; fué, pues, muy supérfluo agregar á este paso honorable y delicado, el juramento solemne de no casarse jamás con esa pobre niña á no ser eventualidades que es absolutamente imposible esperar.

Palabra del Dia

hociquea

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