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Actualizado: 8 de mayo de 2025


¿María Elvira Funes? repetí. Ningún grado ni ninguna inclinación. La conozco apenas. Y ahora... No, permítame me interrumpió. Le aseguro que es una cosa bastante seria... ¿Me podría dar palabra de compañero de que no hay nada entre Vds. dos? ¡Pero está loco! le dije al fin. ¡Nada, absolutamente nada! Apenas la conozco, vuelvo a repetirle, y no creo que ella se acuerde de haberme visto jamás.

A propósito continuó Magdalena en el instante que me alejaba. Esta noche voy al teatro con mi padre y mi hermana. Hay un lugar para usted si lo quiere. Permítame usted... dije fingiendo reflexionar sobre compromisos que no tenía. Esta noche no estoy libre. Había pensado añadió con la dulzura de niño tomado en falta. Esperaba... Me es absolutamente imposible respondí con una sangre fría cruel.

En efecto, el señor Tibet, dotado por naturaleza de ingenioso humorismo y excitado además por los brillantes ojos de las muchachas Jonnes, se portó de una manera tal, que atrajo las serias miradas de don Carlos Tomás, quien se le acercó, diciendo casi al oído: Parece que se siente usted malo, señor Tibet; permítame que le conduzca a su carruaje.

Ojeda ocupó una mesa en la terraza de fumadero con su compatriota Conchita. Paisana, vamos a llegar había dicho al verla . Permítame que la invite a tomar algo. Celebremos el buen viaje. Ahora que se veía sin amistades femeniles gustábale conversar con la graciosa madrileña, a la que apenas había prestado atención en los días anteriores.

Permítame usted, señor Foja o señor diablo.... Y el vulgo, es claro, es malicioso; y como da la pícara casualidad de que La Cruz Roja ocupa los bajos de la casa contigua a la del Provisor; y como da la picarísima casualidad de que sabemos todos que hay comunicación por los sótanos, entre casa y casa.... Hombre, no sea usted barullón ni embustero.

Durante seis meses viósele arrastrar su sayo por todos los arroyos de las calles de Aviñón, pero principalmente hacia la parte próxima al palacio papal; porque el pícaro tenía desde mucho tiempo antes sus ideas respecto a la mula del Papa, y van a ver que no iba descaminado... Un día que Su Santidad se paseaba a solas bajo las murallas con su bestia, se le acerca de buenas a primeras mi Tistet y le dice, juntando las manos con ademán de asombro: ¡Ah, Dios mío, gran Padre Santo, hermosa mula tiene!... Permítame Vuestra Santidad que la contemple un poco... ¡Ah, Papa mío, qué mula tan maravillosa!... El emperador de Alemania no tiene otra tal.

Viendo aquellos dos hombres venir hacia ella, Jenny dejó escapar un sordo gemido. Le pareció que su corazón dejaba de latir y que sus pupilas iban á apagarse. No veía y sus oídos no percibían más que ruidos vagos... Confusamente oyó la voz de Tragomer, que decía: Miss Maud, permítame usted que le presente á mi amigo sir Herbert Carlston...

Yo quería llevarlo a usted a Estrelsau, tenerlo allí a mi lado y decir a todos lo que ha hecho; quería que usted fuese mi mejor y más querido amigo, primo Rodolfo. Pero me dicen que no debo hacerlo y que se ha de guardar el secreto... si tal cosa es posible. Tienen razón, señor. Permítame partir Vuestra Majestad. Mi misión aquí ha terminado.

Pues yo perfectamente lo que siento y lo que no siento. ¡Oh! no, señorita; permítame usted que le diga que no lo puede saber. ¡Hombre, tiene gracia! ¿No he de saber yo lo que siento?... Pues entonces lo sabrá usted... Quizá lo sepa mejor. La observación de mismo, según todos los filósofos y moralistas, es más difícil que la de los demás, y son pocos los que logran conocerse bien.

Permítame usted que le presente a D. Narciso Solís. De esta suerte, el Padre González ha tenido la culpa de que yo conozca a Narcisito. Después, la verdadera culpada de que hable yo con Narcisito, de que me ponga con él de acuerdo, y de que el flirteo se convierta en noviazgo, ha sido esa hipocritona de doña Rita.

Palabra del Dia

hociquea

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