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Actualizado: 14 de julio de 2025


Ha salido dijo doña Clara fijando su mirada tranquila y profunda en Quevedo ; ha salido á las ocho sin decirme á dónde iba... ¿Y no le habéis preguntado? Yo jamás pediré cuentas de nada á mi marido. Sois la perla de las mujeres. ¿Pero no ha indicado al menos?...

Han quebrado dos establecimientos de comestibles, de los que usted conoció, y se ha cerrado otro. Quedan otros tres: uno de ellos en la Costanilla, otro en la Campada y otro en la plazoleta del Maravedí. De tabernas no hablo, porque se supone que abundan. »También ha habido alguna merma en el ramo de pañeros. Por de pronto, la antiquísima y afamada Perla de Ezcaray, ya no existe.

Muy temprano, en la mañana del día en que el nuevo Gobernador había de ser elegido por el pueblo, fueron Ester y Perla á la plaza del mercado, que ya estaba llena de artesanos y otros plebeyos habitantes de la ciudad en número considerable.

La niña dirigió las miradas al punto indicado, y allí vió la letra escarlata, tan cerca de la orilla de la corriente, que el bordado de oro se reflejaba en el agua. Tráela aquí, dijo Ester. Ven á buscarla, respondió Perla. ¡Habráse visto jamás niña igual! observó Ester aparte al ministro. ¡Oh! Te tengo que decir mucho acerca de ella.

Calla ahora, mi querida Perla, le contestó su madre en voz baja, no debemos hablar siempre en la plaza del mercado de lo que nos acontece en la selva.

Perla, notando su inquietud, palmoteó con la alegría más extravagante. Ester también había alzado los ojos involuntariamente; y todas estas cuatro personas, viejos y jóvenes, se miraron unos á otros en silencio, basta que la niña prorrumpió en una carcajada, y gritó: Vámonos, madre; vámonos, ó ese viejo Hombre Negro que está ahí te atrapará. Ya se ha apoderado del ministro.

Quizás haya en él flores más hermosas que las de los bosques. Perla se dirigió á la ventana abovedada en el fondo del vestíbulo, y tendió la mirada á lo largo de las calles del jardín, alfombrado de hierba recién cortada, y guarnecido con algunos arbustos, no muchos, como si el dueño hubiera desistido de su idea de perpetuar en este lado del Atlántico el gusto inglés en materia de jardines.

«¡Ya llega, ya llegamurmuraban los socios del Casino apiñados en los balcones, codeándose, pisándose, estrujándose, los músculos del cuello en tensión, por el afán de ver mejor el extraño espectáculo, de contemplar a su sabor a la dama hermosa, a la perla de Vetusta, rodeada de curas y monagos, a pie y descalza, vestida de nazareno, ni más ni menos que el señor Vinagre, el cruelísimo maestro de escuela.

La perla de la mora Una mora de Trípoli tenía Una perla rosada, una gran perla: Y la echó con desdén al mar un día: «¡Siempre la misma! ¡ya me cansa verlaPocos años después, junto a la roca De Trípoli... ¡la gente llora al verla! Así le dice al mar la mora loca: «¡Oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!» P/ Las ruinas indias.

Perla, sin responder de ningún modo á estas melosas expresiones, permaneció al otro lado del arroyuelo, fijando los brillantes ojos ya en su madre, ya en el ministro, ó incluyendo á veces á entrambos en la misma mirada, como si quisiera descubrir y explicarse lo que había de común entre los dos.

Palabra del Dia

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