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Actualizado: 14 de julio de 2025


Pero había para Ester Prynne una vida más real en la Nueva Inglaterra, que no en la región desconocida donde se había establecido Perla. Su culpa la cometió en la Nueva Inglaterra: aquí fué donde padeció; y aquí donde tenía aún que hacer penitencia.

Sin duda buscaba algo. Su flexible cuerpecillo se escurría y deslizaba en silencio de hueco en hueco, hasta que al fin, apoyado en un cofre, dio una voltereta agitando las patitas en el aire, y se sumergió como el nadador en persecución de la perla.

Opino que ha hablado de esta suerte á la Naturaleza: «Nací sin ambición: no pido, pues, los brillantes dones de los señores moluscos; no fabricaré ni nácar ni perla; no quiero colores vivos, lujo que atraería sobre las miradas de los demás.

¿Qué día? persistió la niña. En el gran día del Juicio Final, murmuró el eclesiástico, que se vió como obligado á responder de este modo á la niña en su carácter sagrado de ministro del altar. Entonces, y allí ante el Juez Supremo, continuó, tendremos que comparecer tu madre, y yo, al mismo tiempo. Pero la luz del sol de este mundo no habrá de vernos reunidos. Perla empezó á reir de nuevo.

Dicha gota ¿será el infusorio, la mónade primitiva que agitando y vibrando no tarda en convertirse en vibrador; el que, de escalón en escalón, pólipo, coral ó perla, llegará, tal vez, en el transcurso de diez mil años á la dignidad de insecto?

Parecéis uno y otro nacidos bajo la mesma constelación. ¡Lucida pareja! El será el nácar y vos la perla, señora mía! ¿A qué iglesia fuiste? A la Mayor. Ya bendijeron el fuego y el cirio. Yo me hice dar, por un canónigo amigo, del incienso y del estoraque. ¡Donosa fiesta! El templo güele mejor que un vergel. Démonos prisa, que llegaremos tarde.

»La perla de la Propóntide no pasará á ornar la sien del Franco, aunque la amedrentada Irene le brinde con su mano y su diadema . Bizancio aborrece los ídolos y se entregará en brazos de los Emires.

¿Nos ama realmente? dijo Perla mirando á su madre con expresión de viva inteligencia. ¿Irá con nosotros, dándonos la mano, y entraremos los tres juntos en la población? Ahora no, mi querida hija, respondió Ester. Pero dentro de algunos días iremos juntos de la mano, y tendremos un hogar y una casa nuestra, y te sentarás sobre sus rodillas, y te enseñará muchas cosas y te amará muy tiernamente.

En la casa hay algo: porque si no, ¿para qué está ahí, al pie de la cama, su vestidito nuevo, el vestidito color de perla, y la cinta lila que compraron ayer, y las medias de encaje? «Yo te digo, Leonor, que aquí pasa algo.

¡ no eres mi hija! ¡ no eres mi Perla! dijo la madre con aire semi risueño, porque frecuentemente en medio del más profundo dolor le venían impulsos festivos. Díme, pues, quién eres y quién te ha enviado aquí. Dímelo, madre mía, respondió Perla con acento grave, acercándose á Ester y abrazándose á sus rodillas, dímelo, madre, dímelo. Tu Padre Celestial te envió, respondió Ester.

Palabra del Dia

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