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Actualizado: 14 de octubre de 2025
El cajón está repleto de fotografías de monumentos y paisajes españoles, fotografías de cuadros del museo del Prado, fotografías de periodistas y actores, fotografías pequeñas, hechas por Laurent, de las notabilidades de 1860, daguerrotipos, en sus estuches lindos, de interesantes mujeres de 1850. Las paredes del estudio están adornadas diversamente.
En Me voy de Madrid se ridiculizan con tanto ingenio los periodistas y folletistas españoles, como en Las flaquezas ministeriales las intrigas y el egoísmo de los ministros modernos. La universalidad de su talento se muestra también en algunos dramas serios históricos, los más parecidos á los de los antiguos maestros, entre los últimos que posee el nuevo repertorio español.
Publicó así El Correo de las Niñas un nuevo suelto «poniendo en su lugar a la pluma viperina que arrojaba diariamente su ponzoña, desde las columnas de La Mañana, sobre todo lo más santo y respetable: el honor, la libertad, la religión, la familia, la patria...» El «asunto Pérez» degeneraba en una cuestión personal entre los dos periodistas.
¿Qué ha de ser, señor Fígaro, sino que yo he puesto un artículo en un periódico, y no bien le había leído impreso, cuando, zás, ya me han contestado? ¡Oh! Son muy bien criados los periodistas le dije no saben lo que es dejar a un hombre sin contestación. Sí, señor; pero de buenas a primeras, y sin pedirme mi parecer, dan en la flor de decirme que es mi artículo un puro disparate.
Inmóvil en el corredor, sentía en torno de él el revoloteo nervioso de los periodistas, aquella juventud pobre, inteligente y simpática, que se ganaba el pan duramente, y desde su tribuna les contemplaba como los pájaros miran desde el árbol las miserias de la calle; riendo ante los disparates de las solemnes calvas, como ríe en los teatros el público sano y alegre de la galería.
Confundidos frecuentemente con el comun de la sociedad, se les ve en la mesa redonda del hotel, en el corrillo de la calle ó del café, en al parterre del teatro ó en la diligencia de viaje, muy contentos de alternar familiarmente con todo el mundo. Ví en los cafés á muchos nobles discutiendo afectuosamente con estudiantes y periodistas, y siempre mostrándose tolerantes.
Los autores de este libro, modestos periodistas que no abrigan al publicar esta obra otro pensamiento ni persiguen otra finalidad que reseñar fielmente lo que vieron durante su permanencia en las montañas Orientales, no son los llamados á pronunciar la última palabra en cuestión de tanta trascendencia como la que sirve de tema á este capítulo.
Empiezan invariablemente sus sermones morales de un modo que inspira entusiasmo. «Ustedes los periodistas, que son medio locos...» «Usted, que no hará nada en América porque es hombre de pluma...» Y todos ellos convienen en que para hacer camino hay que haberse educado detrás de un mostrador, iniciándose en el sublime arte de vender por cincuenta lo que vale diez, gastando sólo dos de los cuarenta de ganancia.
Únicamente por los periodistas tuvo noticias de su nueva existencia. Dormía sobre la arena de la playa, sin una manta que le sirviera de lecho, sin una lona que le defendiese del rocío de la noche. ¡Cómo debía acordarse el pobre gentleman de su cama mullida, allá en la Galería de la Industria, que el presidente de su Comité hacía preparar todas las noches con tanta minuciosidad!...
Era aquello un nido, una hechura de políticos, de periodistas, de tribunos, de agitadores, de ministros, y daba gusto ver con cuánto donaire rompían el cascarón los traviesos polluelos.
Palabra del Dia
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