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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Los periodistas de la capital iban detrás de él pidiéndole interviús, y hasta lo adulaban, hablando con entusiasmo de varios libros profesionales que llevaba publicados y nadie había leído. Personas que le miraban siempre con menosprecio hacían detener en la calle su automóvil universitario en figura de lechuza.

Iba al Congreso en los días que precedieron a su solemne apertura, y en sus alfombrados salones y pasillos, y en cada uno de los infinitos grupos de diputados, periodistas, altos funcionarios y otras gentes de mucha nota, que se formaban aquí y allá, hablábase de todo menos de su llegada, de su caudal o de su importancia.

Corrillos de periodistas y diputados, de financistas y de dandys, de extranjeros curiosos y de provincianos muy currutacos, hormiguean allí, en alegre confusion con las damas elegantes, todos en incesante vaiven, rozándose sin ceremonia, aspirando con libertad y espíritu expansivo el aire del campo.

Yo viajaba mientras tanto por América y Oceanía, haciendo quebrar una tras otra todas las grandes casas de juego. Los periodistas me seguían, formando un segundo séquito más numeroso que el mío.

Sus protestas son acogidas con voces y sarcasmos. Los jueces se dicen: ¡qué monstruo! Los jurados piensan: ¡vaya un malvado endurecido! Los periodistas hacen á su costa frases ingeniosas y el público entero se deja llevar por ellos. He aquí un hombre cuya suerte está decidida sin apelación posible.

Necesitaba no quedarme á la zaga de los periodistas del país, que me vencían muchas veces en la invención de estupendas mentiras. Pero noto que se impacientan ustedes. ¡Calma! Ahora que llegamos de veras al automóvil del general. Algunos de los allegados á Castillejo se mostraban terribles en sus ofrecimientos.

Lo único que se ha hecho en España es contestar con algunas injurias, que yo encuentro de pésimo gusto, á las de un gusto mil y mil veces más depravado y ruín, que nos han dirigido y que nos dirigen de continuo senadores, diputados, escritores graves, ó que pretenden serlo, y periodistas de la Gran República.

Delante tengo la inmensa llanura de roja arena que se pierde en el infinito con suaves ondulaciones. El cielo es azul; un vaho tibio asciende de la tierra. Leo un periódico: habla del clericalismo de España. Parece ser que una simple decisión del gobierno acabará con él... Los políticos y los periodistas y ésta es la raíz de nuestras desventuras ven bárbaramente las cosas en abstracto.

Tus versos llegaron a ser clásicos. Se citaban con gravedad en el editorial por los periodistas contemporáneos y en la Cámara de Diputados por los oradores noveles, con el mismo respeto con que en la restauración se citaban los dísticos de Boileau. ¡El día de la patria te pertenecía; te pertenecía el día de toda fiesta nacional! ¡Hasta drama patriótico te había hecho el autor de tus días sin sospecharlo!

¿Sabrá usted quejarse amargamente, y entablar una querella criminal contra el primero que se atreva a decir en letras de molde que usted no lo hace todas las noches sobresalientemente? ¿sabrá usted decir de los periodistas que quién son ellos para?... Vaya si sabré; precisamente ese es el tema nuestro de todos los días. Mande usted otra cosa.

Palabra del Dia

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