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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Y los del gobierno prometían á su colega en el foro un aviso oportuno para que asistiese al cumplimiento de la sentencia. Eran las tres de la madrugada y estaba en lo mejor de su sueño, cuando le despertaron unos enviados de la Prefectura de Policía. El fusilamiento iba á realizarse al amanecer: era una decisión tomada á última hora, para que los periodistas se enterasen tarde del suceso.

Nada, nada, señores dijo D. Pedro con ironía . Si ahora vamos a estar muy bien; si vamos a ver aquí el siglo de oro; si no va a haber injusticias, ni crímenes, ni borracheras, ni miserias, ni cosa mala alguna, pues para que nada nos falte, en vez de padres de la Iglesia; tenemos periodistas; en vez de santos, filósofos; en vez de teólogos, ateos.

El contingente de estudiantes que allí se ven, diferentes de los de otros paises, en trajes, en costumbres, en todo, anima la ciudad, suministra asuntos á periodistas y escritores, da una cifra respetable por año á la estadística del consumo de cerveza y tabaco, asusta á mas de cuatro maridos, se bate en desafíos, discute, se mueve, bulle, hormiguea .

Al llegar a Jerez, después de permanecer algunos días en Madrid entre los periodistas y los antiguos compañeros de vida política, que le habían conseguido el indulto sin hacer caso de su resistencia a aceptarlo, Salvatierra se dirigió en busca de los amigos que aún le restaban fieles.

Sea que el pueblo español haya sido calumniado en eso de la intolerancia política; sea que la vida constitucional le haya mejorado mucho; sea, en fin, que los periodistas constituyan donde quiera una raza aparte, lo cierto es que en España he hallado entre los escritores una singular cordialidad en las relaciones personales.

Además me era insoportable la presencia de los periodistas, desde el día en que me ajustaron las cuentas y pusieron en solfa mis sonetos. Me repugnaba el trato de mis críticos, solamente soportables para cuando discutían y se peleaban, cada cual en defensa de sus «ideales». Nada más triste que Villaverde al fin del día; nada más horrendo que mi ciudad natal después de obscurecer.

Por suerte, he recibido esta mañana una carta del mismo Alfonso con fecha posterior al día en que se cuenta que el suceso tuvo lugar; esto me ha consolado un tanto, pero la sola idea de que el hecho haya podido ocurrir, me causa horror. ¿Qué hubiera sido de a no haber recibido la carta? ¿y cuántos rumores semejantes, impresos por los periodistas, afanosos de dar noticias sin calcular la trascendencia, habrán matado a otras madres?

Se me había figurado, no por qué añadió el intruso . ¡Como los periodistas estamos tan avezados a discutir hasta las fisonomías!... ¿Conque es usted periodista? exclamó don Simón más y más satisfecho. Hasta cierto punto, señor de los Peñascales. No comprendo... Quiero decir continuó el otro, afirmándose los lentes sobre la nariz que soy periodista de devoción, no de profesión.

Al decir que se veían no quiero significar que los he visto yo mismo; desde luego comprenderéis que los pobres periodistas no entraban en aquel lugar como en el molino. Su intención se limitaba a fomentar un arte eminentemente aristocrático y político. El transcurso de los años es posible que haya hecho cambiar todo esto, porque las aventuras del señorito L'Ambert no datan de la semana pasada.

Hice la historia: revelé detalles atroces: todos los políticos y los periodistas se quedaron estupefactos. Estos políticos y estos periodistas he de advertirte que son una gente muy inocente: con un adarme de ingenio y otro de audacia se les asombra a todos. Por eso no es extraño que ante mi artículo abrieran espantados los ojos.

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