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Actualizado: 19 de junio de 2025
Únicamente en las novelas resultan aceptables estas situaciones. La duda ensombrecía de pronto su resolución. Yo creo continuó que me ha reconocido desde el primer momento... Calla y finge ignorancia porque me desprecia... porque jamás llegará á perdonarme. ¡He sido tan mala!... ¡Le he hecho tanto daño!...
No temo ahora confesarlo, porque tengo la conciencia de ser tan adicto á ustedes, que habrán de perdonarme fácilmente un día mis debilidades aparentes. La señora de Freneuse escuchó con aire sombrío las explicaciones de Marenval.
Tu saña fugitiva mayor venganza toma en perdonarme; pues mi tormenta aviva ¡qué pesar! no acabando de matarme con las ondas de hielo, que á la tierra me arrojas desde el cielo. ¿Por qué de tus cristales me dejas salir vivo, si procuro en tan continuos males ser de tu nieve infausto Palinuro, y no en pena crecida morir á manos de mi propia vida? ¿Por qué del fuego mio no apagas el incendio rigoroso? ¿Por qué en tu centro frio á mi pena no das sepulcro undoso?
Si la ofensa que tan sin voluntad os he hecho, señora de mi alma, no podéis perdonarme, y tal y tan sañosa es la ira que contra mí sentís que mi vida os enoja, y saciar con mi sangre queréis la sed de vuestra rabia, herid en buen hora, no tardéis; atravesad este corazón que sólo por vos late y que sólo por vos existe.
Pasó una débil y triste sonrisa por la fisonomía de Nancy cuando pronunció estas últimas palabras. Soy un hombre peor de lo que pensabais, Nancy. ¿Podréis perdonarme algún día? El mal que me habéis causado no tiene mucha importancia, Godfrey, y ya está reparado; habéis sido bueno conmigo durante quince años.
Sí, sí; tú tienes que perdonarme, exclamó Ester arrojándose junto á él sobre las hojas del suelo. ¡Castígueme Dios, pero tú tienes que perdonarme! Y con un rápido y desesperado arranque de ternura le rodeó el cuello con los brazos y le estrechó la cabeza contra su seno, sin cuidarse de si la mejilla del ministro reposaba sobre la letra escarlata.
La señorita Guichard, teniendo á Herminia como escudo contra el resentimiento de los dos hombres, se volvió hacia Mauricio y dijo: Y usted, pobre amigo, ¿podrá perdonarme todo lo que le he hecho sufrir? Estaba mal aconsejada ... Me han empujado en el sentido á que me inclinaba, en lugar de contenerme ... Pero me doy cuenta de mi error y ¡quisiera á toda costa repararle!...
No me la recuerde usted, padre mío. ¡Cuántas noches, mientras usted velaba a su cabecera y yo lloraba en mi cuarto, me ha asaltado ese recuerdo, causándome la tristeza propia del remordimiento! Pero por fuerza tendrá usted que perdonarme, porque junto a Magdalena pierdo la razón, todo lo olvido, el amor me trastorna...
Ahora que te lo digo, ahora que por última vez voy a hacer que mi palabra llegue hasta ti, aunque sea desde lejos, Dios habrá de perdonarme si me complazco en recordar mi extravío, no ya para llorarle y lamentarle arrepentida, sino para deleitarme y glorificarme con su recuerdo.
Todos tus pecados se vuelven contra mí. Tú y Dios sois los que debéis perdonarme, y me perdonaréis, porque he amado y sufrido mucho. Di que me perdonas; di un sí con los labios, un sí con la cabeza, aunque no salga del corazón. Mil veces sí dijo Angustias, con un grito sofocado, blandiendo en el aire la cabellera.
Palabra del Dia
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