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Actualizado: 19 de junio de 2025
Todo eso, estará muy bien interrumpió Tiburcio, riendo como tenía de costumbre . Pero ¿a qué tanto rodeo? ¿A qué ir por tan extraviado camino hasta el extremo Sur de África? ¿A qué dejar atrás misterioso e inexplorado, este continente enorme, en cuyo centro, que nos fingimos abrasado, acaso esté el Paraíso que perdieron nuestros primeros padres? ¿A qué, en fin, dar tan desaforada vuelta y buscar el bien tan lejos, cuando le tenemos cercano?
En tanto que ellos estuvieron desta manera, hobo grande oportunidad para aprovecharnos dellos, si en nosotros hobiera juicio y valor para intentarlo, teniendo como teníamos gente para poder darles la batalla, aunque fueran hartos más de los que eran, porque sin la gente que había de quedar en el fuerte, quedaron los tudescos y compañías de italianos y españoles que estaban por embarcar, sin otros muchos que habían salido de las galeras que se perdieron y la gente que tenían las siete galeras y cuatro galeotas que allí estaban.
Aquellos formidables saurios, creyendo que hasta la chalupa era una presa propia para tragársela, se atropellaban unos a otros para llegar primero. Sus hálitos, calientes y fétidos, llegaban hasta los desgraciados náufragos. Estos, aunque aterrorizados, no perdieron la calma.
Se daba cuenta del alcance de esta caricia: un simple beso de gratitud, un arrebato de madre que expresa sus sentimientos con excesiva vehemencia. A pesar de esto, la turbación que le dominaba, cruel y voluptuosa á la vez, le impulsó á abrir los brazos para abarcar y apropiarse lo que tenía á su alcance... Pero sus manos ávidas se perdieron en el vacío.
Yo no he sacado de su casa a esta señorita repuse ; la acompaño porque la he encontrado sola. A causa del gentío nos perdimos D. Paco y yo... quiero decir: se perdieron ellas. Comprendido, comprendido. ¿Sabe usted, señor oficial-teólogo me dijo con aviesa mirada que antes de poner esto en conocimiento de doña María voy a dar parte a la justicia?
En la parte interior la obscuridad era absoluta. Del lado de la verja quedaron los lugareños. Bermúdez, y en pos de él Obdulia, se perdieron de vista en el pasadizo sumido en tinieblas. Después de la enumeración de don Saturno, hubo un silencio solemne. El sabio había tosido, iba a hablar. Encienda usted un fósforo, señor Infanzón dijo Obdulia. No tengo... aquí. Pero se puede pedir una vela.
11 Porque el Hijo del hombre es venido para salvar lo que se había perdido. 12 ¿Qué os parece? Si tuviese algún hombre cien ovejas, y se perdiese una de ellas, ¿no iría por los montes, dejadas las noventa y nueve, a buscar la que se había perdido? 13 Y si aconteciese hallarla, de cierto os digo, que más se goza de aquella, que de las noventa y nueve que no se perdieron.
Concha permaneció absolutamente inmóvil con una calma provocativa capaz de irritar a un santo. Sus labios perdieron, no obstante, el hermoso carmín que tenían y sus grandes ojos negros brillaron con expresión sombría. No corras tanto, que puedes tropezar dijo con sosiego impertinente, mientras una sonrisa de burla contraía sus labios descoloridos.
Pero no se obtuvo esta gran victoria sino a gran bosta; que se perdieron quince galeras, ocho mil valientes murieron: de ellos, dos mil españoles, del Papa ochocientos, y el resto de Venecia, Génova y Malta. El Mediterráneo era libre. Ya las doncellas cristianaste sus riberas no tenían que temer las excursiones de los piratas, ni verse vendidas en los harenes de los infieles.
Dieron fondo todas á Cabo Páxaro; y temiéndose de unas burrascas que comenzaron de media noche abajo, disparó la Capitana á levar, y algunas dellas, por darse más priesa, se dejaron las áncoras y se fueron todas á Zaragoza. Después perdieron algunas las barcar por enviar por las áncoras. Deste mesmo puerto salieron otras tres veces, y tantas se tornaron sin poder pasar á Cabo Páxaro.
Palabra del Dia
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