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Actualizado: 19 de junio de 2025
Y ši aconteciešše hallarla, de cierto os digo, que mas še goza de aquella, que de las noventa y nueve que noše perdieron, Anši no es la voluntad de vueštro Padre, que eštá en los cielos, que še pierda uno de eštos pequeños. Portanto ši tu hermano peccáre contrati, vé y redarguyelo entre ti y el šolo: ši te oyere, ganado has
Si no se hubieran aprovechado de nuestra ausencia para abandonarse a sus instintos rapaces, todos estarían vivos y a bordo de este buque. Es verdad. Nosotros lo hubiéramos intentado todo por salvarles. Pero ¿qué dirá nuestro armador al vernos regresar sin olutarias y sin tripulación? Peor caso es el de muchos otros pescadores, que perdieron los buques y la vida. Es cierto, Van-Horn.
Así miserablemente se perdieron aquéllos que quedaron en el fuerte y en las galeras.
El patrón rezaba en voz alta. Enormes goletas, únicos guardianes del cementerio, revoloteaban sobre nuestras cabezas confundiendo sus roncos gritos con los lamentos del mar. Cuando concluimos de rezar, regresamos tristemente hacia el rincón donde había sido amarrada la barca. No perdieron el tiempo los marineros durante nuestra ausencia.
Siempre el hacer bien es de provecho, y la recompensa viene muchas veces de quien menos se pensó que la pudiera hacer y lo que perdió en muchos beneficios, de uno solo que se agradezca, se sigue mayor utilidad que daño de todos los que se perdieron.
Pasó la juventud, y, al tiempo que ella, sus puras emociones, flores que ya perdieron su perfume; santas é inexplicables emociones que, como la tristeza que mi vida consume, ni explicar puede el labio su grandeza, ni comprender su encanto el pensamiento.
Lo cierto es que casi no se atrevía á hablar á Clara; pero de repente, en una ocasión en que D. Carlos y Lucía se adelantaron y se perdieron de vista entre los árboles, el Comendador detuvo á Clara, la contempló de un modo extraño y dulce, y tomando su semblante una expresión solemne y en cierto modo venerable, exclamó: ¡Hija mía!
Hace falta, muchísima falta, escribir menos y observar en la práctica mucho más. De modo que si tú algún día hablaras sobre este particular con el Ministro de Ultramar, por ejemplo, ¿qué le dirías? Pues le diría lo siguiente. Las fallas, tal como hoy existen, perdieron toda su razón de ser en el mero hecho de que no responden á la idea del que las creó.
Las pilas del agua bendita, obra del maestro Antonin Moyne, son una verdadera preciosidad á los ojos del arte. Nos volvimos para dirigir una mirada hácia el fondo del templo, y nuestros ojos aturdidos se perdieron en una sola nave, alta, anchurosa, iluminada, inmensa, llena de valentía, de fuerza y majestad.
Ese optimismo exagerado que nos ciega, impidiéndonos ver las cosas bajo su verdadero aspecto, ha sido y es la causa principal de casi todos nuestros males; y del mismo modo que los españoles perdieron su imperio colonial, sus soldados, sus buques, sus millones y cuanto tenían que perder, por haberse obstinado en no prestar atención á las reiteradas advertencias que se les hacían, nosotros, sus hijos, no hacemos más que salir de una situación difícil, para caer en otra.
Palabra del Dia
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