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Actualizado: 19 de junio de 2025
Pusiéronse nuevamente en camino con esta resolución por una senda estrecha y difícil de un bosque espesísimo, con no pequeño trabajo; y después de caminadas pocas leguas, perdieron el rastro de la senda, no sabiendo dónde estaban, ni por dónde tomar rumbo, por cuya causa anduvieron perdidos por espacio de un mes entero, ya trepando por fragosas montañas, ya metiéndose por lo más interior del bosque; sin tener otra cosa que comer sino hojas de árboles y raíces silvestres, ni en qué descansar y tomar un corto sueño sino una red colgada de un árbol, á cielo descubierto.
Los demás perdieron la paciencia y, no pudiendo contentarse con tan poco, exclamaron: ¡La historia! ¡La historia! ¡En esto hay una historia! Sí, por cierto, respondió tranquilamente Tragomer; pero no esperéis que os la cuente. ¿Por qué no? Porque sé que tengo que habérmelas con las diez lenguas mejor cortadas de París, y no quiero que mi secreto... ¿Hay un secreto?
Por eso desde las montañas de Liébana hasta el valle de Reocín se denunciaron las entrañas de la madre tierra; y buscando todos en ellas riquezas á montones, perdieron muchos las que tenían, y ganaron pocos, entre litigios y peleas, bastante menos de lo que habían soñado.
Más allá fué donde perdieron su traza y un poco más lejos, cerca de la orilla, descubrieron algo como color de sangre... Y ¡precisamente! hoy hace trece años, día por día, que esto ha sucedido. ¿De manera que su cadáver?... preguntó Ben Zayb. Se vino á reunir con el de su padre, contestó el P. Sibyla; ¿no era tambien otro filibustero, P. Salví?
El compañero de la pierna rota era llevado en alto por su mujer y su madre. El pobrecillo gemía de dolor a cada movimiento brusco, pero se tragaba las lágrimas y reía también como los otros, viendo que el cargamento se salvaba y pensando en aquel chasco que hacía reír a todos. Cuando los últimos fardos se perdieron en las calles de Torresalinas, comenzó la rapiña de la barca.
Al carácter agudo del padecimiento siguió el crónico; los ataques perdieron en intensidad, ganando en duración; tuvo fiebre, y en lo sucesivo raro fue el día que pasó medianamente.
Algo parecido puede afirmarse de los frailes en estos últimos tiempos, luego que perdieron el poder y conservaron la riqueza, si bien el escándalo ha sido menor, porque la dulzura de las costumbres, la mayor abundancia de dinero y de bienestar, y el más concertado y político modo de vivir de los hombres, han disminuido el aborrecimiento de los que no tienen a los que tienen.
Las mujeres, vestidas de negro, van por los caminos titubeando á través de los escombros y de los embudos abiertos por los proyectiles monstruosos. Perdieron sus hijos, vieron fusilar sus maridos; ahora exploran el suelo en busca de su casa que fué... Pero el invierno de la guerra ha terminado; ya llega la primavera de la paz.
Estas fueron siete galeras y cuatro galeotas; del resto se perdieron de 28 hasta 30 galeras de cristianos, entre las cuales se perdió la Capitana de Sicilia, donde se halló D. Gastón de la Cerda, hijo segundo de Su Excelencia, y D. Berenguer de Requesens, Capitán general de las dichas galeras de Sicilia; D. Juan de Cardona, su yerno, y otros muchos gentiles-hombres de casa de Su Excelencia, y una señora dueña, la cual tenía cargo de tener cuenta del dicho D. Gastón, y por este efecto se hallaron en la dicha jornada sus personas y sus galeras y sus hijos.
-No hay libro tan malo -dijo el bachiller- que no tenga algo bueno. -No hay duda en eso -replicó don Quijote-; pero muchas veces acontece que los que tenían méritamente granjeada y alcanzada gran fama por sus escritos, en dándolos a la estampa, la perdieron del todo, o la menoscabaron en algo.
Palabra del Dia
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