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Actualizado: 19 de junio de 2025


Cuando los últimos fardos se perdieron en las calles de Torresalinas, comenzó la rapiña en la barca. El gentío se llevó las velas, las anclas, los remos: hasta desmontamos el mástil, que se cargó en hombros una turba de muchachos, llevándolo en procesión al otro extremo del pueblo. La barca quedó hecha un pontón, tan pelada como usted la ve.

Segun nos cuentan las historias, entre las armadas que se han perdido en ese estrecho, una fué la de cuatro navios que despachó el Obispo de Placencia para poblar las islas Malucas; los cuales habiendo llegado con buen tiempo al Estrecho, hallándose veinte leguas dentro de él, se levantó por la proa un viento tan récio, que no pudiendo volver atrás ni tener por donde correr, dieron los tres de ellos en tierra, y se perdieron; pero no la gente, que esta se salvó.

El cabildo de Córdoba movido del ejemplo le sirvió con 6000 fanegas de trigo y 2000 ducados á 9 de noviembre. El prelado le hizo aun mayor donativo. La ciudad contribuyó tambien. Hubo en otoño del año anterior tan terribles temporales y tales avenidas, que se perdieron las siembras, y en este año sufrió la ciudad gran carestía.

Sin desamparar el estudio, y conservando todos los hábitos de una vida laboriosa y arreglada, los Jesuitas perdieron de vista sus neófitos, y tomaron parte en los trabajos científicos y literarios que ilustraron los últimos años de la pasada centuria. En Roma, en Boloña, en Venecia, se hicieron admirar en las academias los que habían sido declarados enemigos de la sociedad y del trono.

Perdieron poco á poco sus antiguas tradiciones, sus recuerdos; olvidaron su escritura, sus cantos, sus poesías, sus leyes, para aprenderse de memoria otras doctrinas, que no comprendían, otra moral, otra estética, diferentes de las inspiradas á su raza por el clima y por su manera de sentir.

Todos sabían la enemistad que separaba a aquellas dos religiones; pero nadie esperaba una ofensa semejante; así que las palabras del padre Rodríguez: «Aún no sería bastante humilde para nosotros», se perdieron en un murmullo de estupor. Formáronse entonces pláticas diversas. Una predominó y todos acabaron por escuchar.

Toda la gente que se recogió al castillo serían hasta 1.000 hombres; los demás se perdieron fuera dél.

Quedó con tanto brio nuestra gente después de esta victoria, y tan perdido el miedo á las mayores dificultades, que pedian á voces que pasasen los montes, y entrasen en la Armenia, porque querian llegar hasta los últimos fines del Imperio Romano, y recuperar en poco tiempo lo que en muchos siglos perdieron sus Emperadores; pero los Capitanes templaron esta determinacion tan temeraria, midiendo, como era justo, sus fuerzas con la dificultad de la empresa.

Los fundamentos son estos: el suplemento á la historia de España por Mariana, y los mapas modernos dicen, que el año de 1523, entraron por el estrecho de Magallanes, cuatro navios españoles: los tres se perdieron en el Estrecho, y el cuarto pasó á Lima. En 1526, fué la flota de Molucas: pereció en el Estrecho la capitana, y las demas pasaron á dichas islas.

Es imposible que salga bien haciendo tan gran cantidad repuso Carlota, igualmente ruborizada. Ambos se perdieron instantáneamente en lo más espeso e intrincado del bosque. Esta vez no fue D. Pantaleón, sino su último retoño, quien vino a su encuentro.

Palabra del Dia

rigoleto

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