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Actualizado: 12 de julio de 2025


»Pero encomiéndeseme la curación de la más leve enfermedad moral y se estrellará mi orgullo en el escollo de la impotencia. »¡Ah! ¡Es que hay otros males que no alcanza a curar la ciencia humana! Así perdí a la única mujer que ha sido dueña de mi cariño, a la madre de Magdalena. »¡Oh, Avrigny!

Dios, que lee en el cristal de mi conciencia, sabe que ante la sociedad perdí mi honra porque no os llamasen un día los hijos del ajusticiado. CRÓNICA DE LA

JARIFA. Si para lamentarme, Aquí, donde perdí mi libre vida, Lugar no quieren darme El blando río y planta endurecida, Al cielo es bien que pida Piadoso oído atento. Oídme cielo hermoso; Óyeme, amor, contento De haber triunfado de mi libre intento Con arco poderoso.

Pero quiso el diablo que me sirviesen el café hirviendo, y entre soplar, hacer gestos y tomarlo poco a poco, perdí muy cerca de una hora. Por si algo faltaba, para colmo de desdichas, había en la comitiva un matemático, uno de esos hombres que por lo ordenados guardan gran analogía con un cuadrante solar, que supeditan, todos sus actos a su reloj, tan fijo como el sol.

Como me gusta ver el paisaje y hacer ejercicio, y como me dijeron que adelante, siempre adelante, eché a andar, mandando mi equipaje en un carro. Ya ve usted cómo me perdí... pero no hay mal que por bien no venga... le he conocido a usted y seremos amigos, quizás muy amigos.... Vaya, adiós; a casa pronto, que el fresco de Setiembre no es bueno. Esta señora Nela tendrá la bondad de acompañarme.

Cierto es que perdí los estribos cuando el buen Maestro me mandó ayunar, pero bien se explica eso recordando que pan y agua es triste dieta para un cuerpo y un apetito como los que Dios me ha dado. También es verdad que le senté la mano el cernícalo de Ambrosio, pero la zabullida de que se queja no pasó de un susto sin consecuencias.

Me escribió proponiéndome cambiar la vida del claustro por la del teatro... y... mi celda daba á un huerto que tenía las tapias muy bajas, los balcones eran muy bajos... me escapé... caí loca en los brazos de aquel hombre... perdí la virginidad de mi cuerpo, pero conservé la virginidad de mi alma.

Este parentesco de condiciones sobre la tierra, puede ser desigual por la fortuna, pero se nivela siempre, cuando existe, por el cariño. Tres días habían transcurrido desde que yo perdí a mi madre, cuando llegué a Mâcón para ver, al menos, su querido rostro bajo el sudario.

En Valencia le perdí definitivamente de vista; y sinembargo, ahora que escribo estas líneas, en Paris, temo que de repente asome la cabeza por la ventana de mi gabinete para decirme, por un exceso de cordialidad y confianza: «Good morning, sirYo habría podido viajar durante veinte años junto con mi Inglés, y es seguro que, en tanto que no le hubiese sido presentado, jamas hubiera entrado en conversacion conmigo, no obstante que, como pude observarlo, nos teníamos recíproca simpatía.

Palabra del Dia

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