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Actualizado: 7 de junio de 2025


Pues me gusta la santidad de estas traviatonas de iglesia... ¡Ja ja ja!... gritó la infame puesta en jarras y mirando en redondo a todo el concurso de recogidas . Se encierran aquí para retozar a sus anchas con los curánganos de babero... ¡Ja ja ja!... ¡qué peines!... y con los que no son de babero. Muchas recogidas se tapaban los oídos.

El suelo, regado a plena manga poco antes, estaba cubierto de cáscaras de frutas, secreciones de garganta y residuos de alimentos. Cabelleras femeniles tendidas al sol recibían la exploración venatoria de los peines.

A donde voy es a mi casa, ¡hala...!, a mi casa, de donde me sacaron engañada estas indecentonas, señor, engañada, porque yo era honrada como un sol, y aquí no nos enseñan más que peines y peinetas... ¡Ja ja ja!... Vaya con las señoras virtuosas y santifiquísimas. ¡Ja ja ja!...».

Es menester tratarles así, porque no guardan consideración. Se figuran que tiene uno el dinero para que ellos se diviertan. ¿Se acuerda usted de aquellos estudiantes que nos dieron tanta guerra?, fue el primer dinero de usted que coloqué. ¡Aquel Cienfuegos, aquel Arias Ortiz! Vaya unos peines. Si no es por , no se les cobra...

Los cuidados del notable ayuda de cámara que Marenval había llevado consigo y sin el cual no podía pasarse, una buena elección de ropas, la ducha, la navaja, los peines y toda una minuciosa sesión de tocador, operaron esa transformación. Era un Freneuse desmejorado, pálido, sin cabellos y sin barba, pero era Freneuse, con su mirada y su sonrisa.

Particularmente aquellos de uso más inmediato y personal para su confesor, como los peines, las plumas de escribir, la fosforera, etc., fueron objeto para ella de una atención viva, ansiosa: les daba vueltas entre sus dedos con emoción, mientras una sonrisa tierna y sumisa vagaba por sus labios. Un alzacuello usado yacía sobre una silla.

En esos días se reparten, al tiempo de los bailes, sortija y toros, varias menudencias de las que se trabajan en los pueblos, como son rosarios, vasos, cucharas, peines de aspa y lienzo de algodón; también se les da, si hay en el almacén, agujas, cintas, cuchillos y otras menudencias que ellos estiman mucho.

Se le oía un cierto rechinar de dientes y algún monosílabo gutural que lo mismo pudiera ser signo de risa que de cólera. Por fin llegó palpando paredes a la puerta de la capilla, y buscando la cerradura con las manos, empezó a rasguñar en el hierro. La llave no estaba puesta... «¡Peines y peinetas, dónde estará la condenada llavemurmuró con un rugido de hondísimo despecho.

Representaban los tales puestecillos la industria chica y modesta; aquí un viejo alemán pregonaba vasos de cristal para beber las aguas, y con una rueda de esmerilar, a vista del comprador, grababa en el cristal las iniciales de su nombre; allá un suizo ofrecía juguetes, muñecos, cajitas y plegaderas grabados en leño de haya por los pastores; acá se feriaban lentes; acullá peines y objetos de escritorio.

No has visto otra. ¡Mia que traerme aquí y cuidarme como me cuida!, ¡re...! No cómo hablar... ¡Mia que esto que hace conmigo!... Es prima hermana del Nazareno; no hay quien me lo quite de la cabeza... Figúrate lo que suponemos nosotras al compás de ella... ¡nosotras que hemos sido unos peines...! Es que ni arrepentidas valemos para descalzarle el zapato.

Palabra del Dia

rigoleto

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