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Actualizado: 11 de junio de 2025
Sábese, por tradición, que los indios bautizaron a las gallinas con el nombre de hualpa, sincopando el de su último inca Atahualpa. El mismo cronista refiere que durante muchos años no se pudo lograr que las gallinas españolas empollasen en el Cuzco, lo que se conseguía en los valles templados. En cuanto a los pavos, fueron traídos de México.
De eso hablamos la de los Pavos y yo... ¡Vaya, pues no vas tú a ser ahora poco señora...! Chica, chica, no te hagas de miel; levanta tu cabeza. ¡Aire!... ¿Pues no ves que las señoronas esas te hacen la rueda? Como que será una potentada, y yo que tú, no paraba hasta que la Jacinta viniera a besarme la zapatilla. Pues qué... ¿crees que él no ha de venir también?
Todas las personas relacionadas con la familia de Rubín sabían la historia de la mujer de Maxi, y el dramático papel que desempeñaba en ella el señorito de Santa Cruz. Algunas, quizás, tenían conocimiento de aquella tercera salida de la aventurera al campo de su loca ilusión; pero nadie se atrevió a llevar el cuento a la de los Pavos.
Las aves de corral, recién dormidas, se despiertan sobresaltadas. Todo el mundo está en pie: palomas, patos, pavos, pintadas. El corral anda revuelto: las gallinas hablan de pasar en vela la noche. Diríase que cada carnero ha traído entre la lana, juntamente con un silvestre aroma de los Alpes, un poco de ese aire vivo de las montañas que embriaga y hace bailar.
Nela... ¿tú por estos barrios?... Creíamos que estabas en casa de la señorita Florentina, comiendo jamones, pavos y perdices a todas horas y bebiendo limonada con azucarillos. ¿Qué haces aquí? ¿Y tú, a dónde vas?
Notaron, sí, de súbito, una cosa inexplicable y fenomenal. Todas las figurillas del Nacimiento se movieron, todas variaron de sitio sin ruido. El coche del tranvía subió á lo alto de los montes, y los Reyes se metieron de patas en el arroyo. Los pavos se colaron sin permiso dentro del Portal, y San José salió todo turbado, cual si quisiera saber el origen de tan rara confusión.
Las niñas se pasean por un lado, como manadas de pavos, y los hombres por otro; sin hablarse, dirigiéndose miradas, lo que allá llaman afilar, y sin atreverse a un saludo. Luego, el encierro en casa todo el día... la conversación con las amigas de mamá. No: ¡primero morir! Yo necesito ir a Berlín. ¡Si tu conocieses lo hermoso que es Berlín!...
Poseía también, como los toneles, un vientre magno. Daba gozo verla comer, mejor dicho, engullir: en la cocina, Sabel se entretenía en llenarle el plato o la taza a reverter, en ponerle delante medio pan, cebándola igual que a los pavos. Con semejante mostrenco Sabel se la echaba de principesa, modelo de delicados gustos y selectas aficiones.
Se cena execrablemente en el Club del Progreso, y el adorno de la mesa tiene mucho de los adornos de iglesia: los jamones en estantes de jalea, los pavos y las galantinas cubiertas por todas las banderas del mundo. En fin, allí se sienta uno con la indiferencia con que Raúl y Nevers se sientan en el banquete de papel pintado del primer acto de los Hugonotes.
Este «refresca», para que el Emperador apreciase la abundancia de frutos de la isla, componíase de cien vacas, doscientos carneros, centenares de parejas de gallinas y pavos, de cuarteras de aceite y harina, de cuarterones de vino, de cuarterolas de queso, alcaparras y aceitunas, veinte barriles de agua de arrayán y cuatro quintales de cera blanca.
Palabra del Dia
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