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Actualizado: 4 de junio de 2025
Dices que yo iré a pagarlo... Oye, oye, no traigas eso. ¡Si no lo va a querer tomar...! Tráete una vara. No, no traigas tampoco vara... Te pasas por la droguería y pides diez céntimos de sanguinaria. A mí me va a dar algo...». Estaba en efecto amenazada de un arrebato de sangre, y la cosa no era para menos. Nunca había visto en su sobrino un rasgo de independencia como el que acababa de ver.
BUDÍN. Se hace un poquito de almíbar en bastante punto, se echa un puñadito de pasas de Corinto.
Arrancaron con esto y fuéronse; quedé solo, llevéme el cofín a casa, conté la burla, y no quisieron creer que había sucedido así, aunque lo celebraron mucho. Por lo cual, los convidé para otra noche a verme correr cajas. Vinieron, y advirtiendo ellos que estaban las cajas dentro la tienda y que no las podía tomar con la mano, tuviéronlo por imposible, y más por estar el confitero, por lo que sucedió al otro de las pasas, alerta. Vine, pues, y metiendo doce pasos atrás de la tienda mano a la espada, que era un estoque recio, partí corriendo, y en llegando a la tienda, dije: «¡Muera!». Y tiré una estocada por delante del confitero.
Los mocetones, al ensayar el vigor de sus puños pulseando con los tripulantes de los buques ingleses que venían á cargar pasas, evocaban el nombre del médico como un consuelo en caso de derrota. ¡Si estuviese aquí el Dotor!... Media docena de ingleses son pocos para él. No había empresa poderosa, por disparatada que fuese, de que no le creyeran capaz.
Fumaba sin cesar pitillo sobre pitillo y sin cesar también escupía lanzando el chorrito de saliva por el colmillo, como sólo lo había visto hacer hasta entonces a la plebe. No obstante, era de una familia muy distinguida, hijo de un cosechero y exportador de pasas, y se llamaba Daniel Suárez.
En aquel punto tuvo que sentarse, porque le flaqueaban las piernas, y se le desvanecía la cabeza. «Pues si quieres volver mañana, yo vendré a llamarte. Se entiende, si pasas buena noche». Iremos a pasar un rato dijo Moreno de una manera lúgubre , y a echarle a mi desesperación una hora de esparcimiento, como se le echa carne a una fiera para que no muerda.
A pesar de este regaño, al salir iban a casa de Pla con ánimo de no comprar más que dos libras de pasas de Corinto para hacer un pastel inglés, y la señora se iba enredando, enredando, hasta dejarse en la tienda obra de ochocientos o novecientos reales.
Estas noches pasas, mientras hemos estao reñagaos..., y te he visto, además, haser una cosa... ¿Qué cosa? pregunté, poniéndome ya colorado. Besar las rejas de mi ventana... Vamos, no te pongas colorao, porque estuvo muy bien hecho. ¿Dónde estabas tú? Pues detrás de las cortinas. ¡Ah, cruel! Y no has tenido siquiera corazón para abrir y darme las gracias! exclamé con tristeza.
Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies.
Las señoritas hacían labor con su aya Miss Old-Cheese, ratona inglesa muy ilustrada, y la señora de Pérez bordaba para su marido un precioso gorro griego al calor de una chimenea en que ardía alegre fuego de rabitos de pasas. Sirvieron el té Adelaida y Elvira en primorosas tazas de cáscaras de alubias, y luego se hizo un poco de música.
Palabra del Dia
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