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Una deliciosa sensación de placer hacía palpitar mi corazón. ¡Era mía, mía para siempre! Estaba convencido de que durante todos los terribles sufrimientos por que había pasado, me había sido siempre sincera y leal.

Julián abría mucho los ojos, deseando que por ellos le entrase de sopetón toda la ciencia rústica, a fin de entender bien las explicaciones relativas a la calidad del terreno o el desarrollo del arbolado; pero, acostumbrado a la vida claustral del Seminario y de la metrópoli compostelana, la naturaleza le parecía difícil de comprender, y casi le infundía temor por la vital impetuosidad que sentía palpitar en ella, en el espesor de los matorrales, en el áspero vigor de los troncos, en la fertilidad de los frutales, en la picante pureza del aire libre.

Tan alejada de su madre la Europa, tiene su mirada fija hacia este centro de la civilización, como la tierra hacia el sol, y todo lo que la acerca á esta gran luminaria hácela palpitar.

Despues de aquella hora maldita... No conozco el terror, estoy condenado a no esperimentar nunca el temor natural, ni los latidos de un corazon que hacen palpitar el deseo, la esperanza o el amor de alguna cosa terrestre... Pongamos en practica mis operaciones magicas.

El amplio ventanal tenía las vidrieras abiertas; los huecos sobre el patio interior estaban abiertos igualmente; una brisa continua hacía palpitar las cortinas, balanceando los faroles antiguos, las banderas apolilladas y otros adornos del estudio romántico. Tomaron asiento en torno de una mesita, junto al ventanal, lejos de las luces que iluminaban un extremo de la amplia pieza.

Corrimos a sostenerlo, y el héroe cayó en mis brazos. ¡Qué terrible momento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violento palpitar de un corazón, que hasta en aquel instante terrible no latía sino por la patria.

Cuando el cochero te trajo a casa y Glave corrió a buscar a Walker, yo me imaginé que morirías antes de que llegase. No sentía palpitar tu corazón, y estabas completamente helado. ¡No adivino quién puede ser el infame que me ha herido! grité. ¡Por Jacob! que si lo pillo, me parece que allí mismo le retuerzo su precioso cuello.

MANRIQUE. Leonor, respira, respira por piedad; yo te prometo respetar tu virtud y tu ternura. No alienta; sus sentidos trastornados... me abandonan sus brazos... no, yo siento su seno palpitar... Leonor, ya es tiempo de huir de esta mansión, pero conmigo vendrás también.

Harta razón tendrás para ello. Por debajo de la ficción verás palpitar la tremenda realidad, adivinarás los tormentos de tu padre y tu propia desdicha. Lo que para los demás es fábula más o menos divertida, para ti será triste y solemne confesión. Poco vale desde el punto de vista del arte, pero he gozado escribiéndola.

»¡Qué dolor! ¡Qué dolor! ¡Jamás habría sospechado tantas miserias, tantos dolores! ¡Esta es la primera vez que los confío a alguien! ¡Y todavía se ríe! No quiero... »Su carta de hoy me ha hecho palpitar de contento inefable. ¡Si fuera cierto! ¡Si yo tuviera ese poder!...»