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Los olivos se retorcían con furia, adoptaban posturas grotescas, chupando con ansia de aquella tierra roja las escasas partículas de agua; árboles tristes, ridículos, donde alguna vez, como en todos los seres feos de la tierra, brilla un relámpago de hermosura, cuando el viento arranca de sus pobres hojas algunos reflejos argentados. ¡Nos acercábamos a Sevilla! Sentía mi corazón palpitar con brío.

Su convalecencia restableció prontamente a todos los que estuvieron asociados a sus dolores. A su alrededor ya no hubo señales de preocupación, y la alegría hizo palpitar a todos los corazones al unísono. Quedaron olvidadas todas las fatigas y todas las angustias; la dicha reinó en el hogar; el primer día bueno borró de todos los rostros la huella de las vigilias y de las lágrimas.

Aquí corrieron los años felices de mi infancia... Aquí comenzó a formarse mi espíritu... Aquí hizo el amor palpitar por primera vez mi corazón... En otra parte se ha enriquecido mi razón con el conocimiento de las ciencias, con las grandes ideas que engendra el estudio del Derecho... Aquí se ha nutrido mi alma con las santas y dulces emociones del hogar.

Bajo el casco de acero brillante como un espejo, con sus dos alas de blancas plumas, caían los rubios bucles, brillaban con salvaje furor los ojos verdes y parecían palpitar las aletas de la nariz con indomable fiereza.

Al entrar en el patio, vi una sombra, que me pareció ser la de mi padre, dibujarse en una de las ventanas del gran salón que estaba en el piso bajo, y que no se abría jamás en los últimos tiempos de la vida de mi madre. Me precipité en él; al apercibirme, mi padre lanzó una sorda exclamación: luego me abrió los brazos, y sentí su corazón palpitar violentamente contra el mío.

Pasaba un año, dos, y nada; ni aun siquiera esas presunciones vagas que hacen palpitar el corazón de las que sueñan con la maternidad, y a veces les hacen decir y hacer muchas tonterías. «No tengas prisa, hija decía Barbarita a su sobrina . Eres muy joven.

Ya no era la familia; estaba entre extraños; pero extraños que eran mis amigos, la bella joven por quien sentí la vez primera palpitar mi corazón enamorado, la familia dulce y buena que procuró con su cariño atenuar la ausencia de la mía.

Miramos con atención y pudimos comprobar que la taba había echado lo contrario a suerte. ¿Y los autógrafos? ¿Cómo desprenderse de las vidrieras que los contienen, cómo arrancar los ojos de ese vivo retrato de los grandes hombres, cuya mano parece palpitar aún en el trozo de esas líneas incorrectas pero firmes?... ¡Y todo ese museo portentoso, centro, núcleo, panorama, del espíritu humano en el tiempo y el espacio!

El violento palpitar de su seno, cortándole la respiración, apenas le permitió decir: «No quiero nada, no quiero nada». Evidentemente, referíase al contenido de la cajilla. Joaquín corrió tras ella, diciendo: «Formalidad, formalidad». Pero la de Rufete, valiente y decidida, trató de abrir la puerta. Estaba cerrada.

Las dos manos de Febrer estrecharon la diestra de Margalida. ¡Ay! ¿era verdad lo que decía el capitán?... Sus ojos buscaron los de la atlota, que permanecían bajos, mientras la emoción blanqueaba sus mejillas y hacía palpitar las alas de su nariz. Ahora, besaos dijo Valls, empujando suavemente a la muchacha, hacia el enfermo.