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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Y se dejó caer sobre el parapeto del camino, exclamando: ¡Alma! ¡Alma! ¡Alma!... Su desesperación palpitaba sordamente bajo la fe que despertaba en su interior esta invocación. No quería ni podía resignarse a la monstruosa realidad, y un ímpetu violento de iracundo desdén le sublevaba.
Soledad, al escucharlas, se puso más pálida que la cera, y sin responder ninguna, sin hacer siquiera un gesto, se dirigió precipitadamente á la puerta y salió. Crisis. Salió y emprendió una rápida carrera al través de las calles, sin saber dónde iba. El corazón le palpitaba con violencia, ardía su frente y sentía un extraño frío interno que la violencia del paso no alcanzaba á mitigar.
Amor parecía que volaba en los aires y lo llenaba todo; amor decían las vihuelas; de amor, escuchando en sus oscuros miradores palpitaba, sin saber por quién, y toda en imaginaciones sin sujeto, doña Guiomar, y amor iba emponzoñando en su dulce veneno el corazón del familiar, que veía delante de sus ojos, aunque allí no estaba, las doradas hebras de los sedosos cabellos de la viuda, y su frente de alabastro, y sus labios, que a una entreabierta granada se asemejaban, y sus ojos, con los que el claro azul del cielo de la alborada no pudiera competir; y batallaba el mísero con aquel amor que tan de súbito se le había metido en el alma, como si hubiera sido tentación de Satanás, y no fuego celeste, que del infierno venía, y había tomado por bellas ventanas por donde asomarse y dejarse ver en la tierra los divinos ojos de la indiana.
Los ánimos de los asistentes estaban dividídos entre el caballero azul y el blanco: á la reyna le palpitaba el corazon, haciendo fervientes ruegos al ciclo por el color blanco.
Irguiose, y sin ser visto ni sentido por la doncella, fue a echarse solo sobre la cama, y a soñar en aquel beso que Beatriz había espantado con su grito, en aquella boca tentadora y terrible que palpitaba y mariposeaba desde entonces por delante de su alma. A la mañana siguiente, a la hora de costumbre, Ramiro encaminose a la calle de Beatriz. Pasó y repasó muchas veces por delante del palacio.
Pues concertarse con los que iban á recoger la basura á la casa donde estaba en esclavitud su adorada, y por tal medio, que podrá no ser poético, pero que revela agudeza de ingenio, y un corazón como la copa de un pino, Migajas se introdujo en el palacio. ¡Cómo le palpitaba el corazón cuando subía y penetraba en la cocina!
Por la sola virtud de la vista de su amada, Vérod había mirado, había oído, comprendido el alma del mundo: voces misteriosas le habían dicho cosas memorables; todo vivía, palpitaba y relucía. Pero, después el silencio y la obscuridad volvían a aglomerarse en torno suyo. Lo que antes tenía un sentido evidente o recóndito permanecía mudo.
Paseábanse con los dedos enlazados, hablando apenas y mirándose, de tiempo en tiempo, en los ojos, sin sonreír. La doncella le llevaba a los sitios más frondosos y ocultos. Allí la naturaleza les descubría en la mariposa, en el pájaro, en el más menudo insecto, su impura inocencia. El mágico deseo palpitaba, aleteaba, chirriaba ante ellos, en la quietud blanda y calurosa del verano.
A ser el afecto de Millán pasión hondamente arraigada, hubiese puesto empeño en recobrar lo que perdía; mas también en él palpitaba un fondo de propia y exagerada estimación, en que era de mayor cuenta el orgullo que el cariño. «No hables de esto a tu hermana había dicho a su amigo porque el querer no se impone ni es cosa para recibida de limosna.»
Parecíale que la casa se hundía, o que un ejército entraba en ella o que un gigante la hacía pedazos con su pesado pie. Despertose sobresaltada. El corazón le palpitaba tanto que por la mucha viveza estuvo a punto de producirse la inercia cardíaca y por consiguiente el síncope.
Palabra del Dia
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