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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Cuando la princesa, una vez terminado el primer año de viudez, volvió resueltamente á su palco de la Opera, don Marcos la acompañó, quedando discretamente en el fondo, como el chambelán de una reina. Una noche, durante un entreacto, al pasar ella al antepalco, oyó cómo el coronel contaba á un viejo general francés amigo de la casa el combate de Villablanca.
El Conde levantó los ojos, y en el palco segundo de frente a la escena... en aquel palco, que era el suyo en otro tiempo, vio... ¡Ah! no se muere de placer ni de sorpresa, puesto que Arturo vive todavía... puesto que tuvo fuerzas y conservó bastante razón para exclamar: ¡Es ella! ¡Es Judit!... Pero al mismo tiempo permaneció inmóvil... sin atreverse a respirar... pues temía despertar de un sueño.
Tomó para sí una butaca, escogió un buen palco y se lo mandó a Cristeta. «¿Quién la acompañará? pensó . Cuando lo ha pedido para por la tarde, es que lleva al chico.» Y al recordar al niño se le puso carne de gallina. El domingo amaneció sereno, hermosísimo. Con el temor de que se suspendiera la función, se puso don Juan más nervioso que mujer en tienda de sedas.
Sólo sé que se llama Arturo, que vive en la calle de Helder, núm. 7, y que este invierno se ha abonado a un palco segundo que da frente a la escena. ¿Y, según parece, está en el palco a todas horas? Viene a él solamente por la mañana; pero por la noche no lo ocupa nunca y está siempre cerrado.
Por una aberración, mejor, distracción, no se fijó antes de llegar en que era distinto entrar en un palco principal, el del brigadier, vestida con tanto lujo, ella que nunca iba al teatro, y entrar en el paraíso, disfrazada, escondiéndose del público, que no soñaba con su presencia, ni de ella supo aquella noche.
No hemos encontrado billetes... A propósito, tenemos un palco, repuso Makaraig; Basilio no puede venir... vengan ustedes con nosotros. Tadeo no se hizo repetir la invitacion. El novato, temiendo molestar, con la timidez propia de todo indio provinciano, se escusó y no hubo medio de hacerle entrar.
Rafaela rió entonces con carcajadas más sonoras, y, para no llamar la atención del público, se retiró al fondo del palco. Allí siguió la risa, y siguió, hasta que D. Joaquín, que había cesado ya de mover el resorte, acabó por alarmarse. También se alarmaron Juan Maury y el vizconde, únicos allí presentes. La risa, por caso extraño, se convirtió en ataque de nervios.
Hoy ha reprendido a Juan, porque tardó en ir al teatro, y cuando llegó ya no encontró ni un palco disponible: se ha enojado porque no puede llevarme a esta función, no porque quiera ir él, Julia me ha dicho que cuando estaba solo nunca iba al teatro. ¡Pobre papacito, cuánto me duele que se sacrifique por mí!
Yo miraba el suelo, compartiendo la vergüenza de mis tíos; y Fernanda, fría, sin curiosidad, con sus ojos claros desmesuradamente abiertos, abanicándose con toda calma, miraba abstraída hacia arriba, como si entre el techo y nuestro palco pasase una visión a través de la sala.
Nosotros los franceses nos hallábamos detrás del banco en que se apoyaban las damas... Después entraron la Reina y la Infantita . Precedíalas una dama de la corte con una vela. El Rey, al aparecer, saludó á las damas quitándose el sombrero, y se sentó en el palco á la derecha de la Reina, y la Infantita á la izquierda de aquélla.
Palabra del Dia
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