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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Su amor propio sufriría... ¡figúrese usted!... ¡con el orgullo que tienen! Sería un campanazo en todo Buenos Aires. Además... esto es lo triste... parece que hay por medio deudas, favores, pagarés, hipotecas... ¡qué sé yo!... Y, claro, con la boda todo se arreglaba. ¡Naturalmente! Todo, menos lo tuyo. Pero, ¿no debo yo sacrificarme por todos? No, hijita; ¡eso nunca!
Maltrana acogió con graves movimientos de cabeza y risas interiores estas palabras. Conocía de vista a los hijos: les había encontrado muchas noches en Romea y otros salones donde cantan y bailan las «estrellas» del género ínfimo. Uno de ellos firmaba pagarés en blanco a todos los usureros de Madrid para atender de este modo al sostenimiento de cierta divette procedente de Perpiñán.
En pagarés de mil duros cada uno. El judío, después de vacilar, llenó los pagarés y puso los sellos. Si cobra usted advirtió de cada pueblo me puede usted ir enviando las letras. ¿No las podría depositar en los pueblos en casa del notario? Sí, es mejor. Un consejo. En Estella no vaya usted donde el ministro de la guerra. Preséntese usted al general en jefe y le entrega usted las cartas. Eso haré.
Además de la administración de Reynoso y Escudero tenía alguna otra y se ocupaba en negocios como agente privado. Menos a la Bolsa, a todas partes se hacía acompañar por su esposa que estaba ya enterada de bonos, pagarés, cheques, talones y resguardos como un consumado zurupeto.
Pues qué, ¿también a ti te ama? ¿Qué le das tú, esqueleto pordiosero y ambulante? PROCLO. El alma, la esencia eterna. Pero sabe ¡oh sátiro vetusto! que todavía tienes otro rival. Sal, Eumorfo. CREMATURGO. ¿Qué descaro es este? ¿Cómo te atreves, Eumorfo, a presentarte y a rivalizar conmigo? Tengo en mi poder cuatro pagarés tuyos vencidos y archivencidos, y voy a ejecutarte mañana.
Se diría que hay en esta colección cuanto se custodiaba en las escribanías de Arsinoe y en el archivo de su Ayuntamiento: contratos de matrimonio, partes de defunción, recibos de contribuciones, pagarés, escrituras de compra, venta y arrendamiento, etcétera, etc.
Quedaba un pico flotante, y ese le aprovecharía don Santiago para ciertos negocios sencillos que le entretuvieran sin atarearle; verbigracia, descuentos de pagarés con buenas firmas, y algún préstamo sin usura ni abuso que se le pareciera. Porque a don Santiago se le harían las horas eternas con un hijo solo y sin negocios que le preocuparan. No sabía otra cosa.
Todo se arregla, deudas, hipotecas, pagarés, todo: lo que no tiene arreglo posible es un matrimonio sin amor, a disgusto. Y mucho menos aún queriendo a otro. ¡Esto es horrible!... Inesita volvió a arrojarse en mis brazos, llorando a lágrima viva. ¿Cómo? ¿qué dices? ¿quieres a otro? ¡Con toda mi alma!... ¿Le conozco yo? Sí. Es pariente cercano de usted; le ve usted todos los días...
No sé qué nuevos sonidos arranca mi alegría a las teclas. «Con esta marcha me casé yo; con esta misma te casarás tú». Sí, sí, ¡ay de mí! dice tristemente mi dulce hermanita: antes de llegar a esa marcha, ¡buena lucha nos espera con mamá, con mis cuñadas, con las tías de Carlitos, con la abuela del rey de los cipreses! ¡y que no es orgullosa la señora! ; con los pagarés, con las hipotecas, con...
Nuestra sorpresa creció de punto, y Arturo se desesperaba por no poder dar con la clave del enigma. Fui a casa de mi colega, un hombre honrado, muy instruido, que no sabía más que yo... en aquel asunto, se entiende... Le habían remitido los fondos, encargándole que recogiese y anulase los pagarés. Me confió la carta que recibió al efecto, y se la llevé a Arturo.
Palabra del Dia
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